Crítica de The Eyes of Tammy Faye: ojos (y maquillaje) de videotape

La película que consagró a Jessica Chastain.

Si bien hoy en día resulta familiar y hasta simpático la presencia de los televangeslitas a altas horas de la madrugada en la programación de diferentes canales de televisión, una de las parejas que más marcó el camino –con lo bueno y lo malo- fue la de Tammy Faye y Jim Bakker, matrimonio que ocupaba horas y horas de pantalla acercando la palabra de Dios con diferentes estrategias, desde shows de títeres con connotaciones religiosas hasta súper shows navideños con música en vivo y entrevistas de color.

Si bien por nuestras latitudes la historia puede no resultarnos tan familiar, lo cierto es que el ascenso y caída del matrimonio fue un escándalo social, mediático y puso en debate tanto el rol de los medios como de la intromisión religiosa en la misma. Sin embargo, la nueva película de Michael Showalter, The Eyes of Tammy Faye, no deja de ser principalmente una biografía de quien lleva el título del largometraje, contando sus inicios en Minnesota donde se acerca a la religión y cómo comenzó su carrera a través de su cariño e histrionismo.

Más allá de que inevitablemente la historia transcurre –y pone el énfasis- en los escándalos involucrados de los Bakkers con el desvío de fondos con las donaciones obtenidas de los fieles, el proyecto se basa en el homónimo documental del año 2000 para enfocarse principalmente en cómo estos sucesos afectaron o vieron involucrada a la propia Faye. Nunca el título tan bien puesto, todo se basa en su visión y cómo transcurre la carrera de la cantante y animadora.

Está claro que, en un proyecto de dichas características, quien encarne a la protagonista lleva –casi- todo el peso en sus hombros, dependiendo de la interpretación para generar el interés del público. En este caso Jessica Chastain tiene bien merecido su estatuilla dorada –quien la ganó semanas anteriores como mejor actriz protagónica- a la hora de representar todas las cualidades y características de Tammy, quien logra darle un reconocimiento a aquellos que la conocieron como un grato primer vistazo para aquellos que no convivieron o no sabían sobre su figura.

En diferentes escenas podemos ver las situaciones desde el foco de la animadora, escondida tras bambalinas o con diferentes primeros planos que nos permite acercarnos a la misma para adentrarnos desde su visión y conocer los estados que se vivían tanto en los momentos de éxtasis como en el descenso de la famosa pareja, sufriendo los embates desde adentro de la PTS –exitosos programa que crearon- como de los diferentes medios.

Obviamente que Chastain no es el único punto alto en el reparto, sino que la complementan de una sólida manera que le permiten destacarse aún más. El caso principal es el de Andrew Garfield, quien la acompaña en la conformación del matrimonio y representa todos los pecados llevados adelante, en una representación sin llegar a la parodia ni caricatura, sino como un manipulador que genera el atractivo a través del discurso. En el mismo sentido va el gran Vincent D’Onofrio como el pastor Falwell, quien debe cuidar su “quinta” a cualquier precio y soltando la mano de cualquier manera; generando respeto en cada una de las escasas escenas donde se presenta.

Pero por el otro de los motivos por el que se llevaron la estatuilla dorada también se justifica, y desde un primer momento: tras un encuadre no ficticio sobre los protagonistas que veremos a continuación, la primera escena nos demuestra por qué la película ganó mejor maquillaje y peluquería de la mano de Linda Dowds, Stephanie Ingram y Justin Raleigh. al contar con un primerísimo primer plano con la cámara alejándose sobre el rostro de Chastain para dejar en claro el gran trabajo que se hizo para personificarla y contar con todas las particularidades de su personaje, tan característico en la vida de la evangelista y con el que es uno de los focos problemáticos también para la propia mujer. Lo mismo sucede con los diferentes looks con el correr de los años –muy cambiantes de Faye- y de las figuras restantes producto de la época.

Con respecto a la religión, Showalter no concibe una crítica hacia la misma ni presenta ningún rasgo de comicidad hacia la misma, sino que profundiza especialmente en la mercantilización de la misma y el manejo de pocas manos en la fidelidad inobjetable de los fieles. Asimismo, el realizador no genera un juicio sobre la responsabilidad del matrimonio ni parece profundizar en ese aspecto, sino que se presenta más como un retrato.

La película cuenta con varias aristas propias de las biografías que generan elogios y que se posicionan en la temporada de premios, más aún por la caracterización e interpretación de Chastain. Sin embargo, y también producto del género, no se apuesta enteramente al juego con los personajes más allá de algunos pasajes donde se muestra más la faceta musical de la artista y que parece encontrarnos con algo netamente religioso y que le da mayor dinamismo.

Ignacio Pedraza

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