Ed y Lorraine Warren, dos investigadores paranormales, son convocados para ayudar a la familia Perron, aterrorizada por una presencia tenebrosa en una apartada granja en Rhode Island.
James Wan le cambió la cara al género del horror. Aquí encontramos a un director que cada vez se asienta mejor en el terreno del miedo. Su cine evoluciona, aunque no deja de ser fácilmente reconocible. La música, la fotografía, la apariencia de sus personajes, la forma de actuar, es bastante recurrente a lo largo de su filmografía. Es un director que disfruta haciendo guiños a sus fans y cuida mucho su estética.
En las propias palabras del director, nadie se queja cuando Argo porta la frase «Basada en hechos reales», pero cuando una película de terror lo hace, nadie la toma en serio. Wan quiso alejarse de ese concepto tan diluido de lo verídico como pura venta de marketing y conformar un film que llevase con honor la carga de basarse en un episodio histórico realista. Creo que lo ha logrado y con creces. Tomando como influencia principal la vida y obra de los exploradores paranormales Ed y Lorraine Warren, The Conjuring se aleja del caso más famoso de la pareja -lo que se conoce mundialmente como The Amityville Horror– para enfocarse en uno de menor repercusión, pero que aún así llama violentamente la atención.
La trama es de sobra conocida, familia se muda a casa embrujada, pero a partir de ahí es lo que ya has visto pero mejor. El alto ritmo se mantiene constante y aunque el guión de Chad y Carey Hayes sufre de pequeños momentos comerciales en la recta final -se sabe que una secuela está en camino gracias al éxito de ésta misma-, es bastante sólida en todo lo demás. Lo que se logra en el film es algo que no muchas películas de horror tienen en estos últimos tiempos y eso es desarrollo de personajes. Normalmente, los protagonistas son meros arquetipos y no podrían preocuparnos menos sus destinos dentro de la trama, pero en The Conjuring eso cambia. A lo largo de las dos horas de duración se puede apreciar los diferentes tonos y pinceladas que se le otorgan a los principales protagonistas, en este caso, Patrick Wilson y Vera Farmiga por el lado de la pareja Warren, y a la talentosa Lili Taylor por el lado de los Perron, la familia abrumada por una entidad maligna.
Los elementos utilizados en la trama para hacer saltar al espectador en la butaca son simples y efectivos, alejados del efectismo que se ve tan seguido en el género. Un juego infantil que desde el primer momento produce desconfianza, una prometedora caja de música antigua con el payaso y la espiral incluidas, una dulce muñeca que de dulce poco y nada tiene, muebles antiguos… cosas que generalmente no producen reacción alguna, pero en manos de Wan se convierten en semillas del terror. No hay frescura en el guión, pero sí en la dirección. Se podrán ver muchos lugares comunes, momentos que no se pueden evitar porque han quedado inmortalizados en gemas del horror, pero es tarea del realizador aderezar con su toque mágico un film que de otra manera sería una copia burda. Como no se le puede escapar a los típicos jump scares, se juega mucho con ellos, se estira el momentum y el nivel de tensión se lleva a cotas elevadas. Poco a poco, el grado de actividad paranormal se va elevando hasta el caótico desenlace, un elaborado exorcismo funesto.
The Conjuring es una película sin trampas, realizada con manos de artesano por una mente que sabe lo que quiere el público, con los sustos justos, necesarios y con escenas escalofriantes, es un punto alto en el subgénero de las casas encantadas y las posesiones demoníacas. Sencillamente es un legado al horror de la vieja escuela, del cual el director es fanático, un homenaje alucinante, fresco y entretenido, compuesto con inteligencia y apuntado a generar un buen mal momento en la sala de cine.
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