Crítica de The Boy Who Harnessed the Wind

Cuando una terrible sequía asoló la pequeña aldea donde vivía William Kamkwamba, su familia perdió todas las cosechas y se quedó sin nada que comer y nada que vender. Él comenzó entonces a investigar en los libros de ciencia que había en la biblioteca, en busca de una solución.

La historia del actor prestigioso devenido en director es uno de esos tropos de Hollywood –y del cine en general- que tanta diferencia de resultados tiene. Por un lado, hay casos de éxito que, sin ellos, varias de las películas que han marcado un antes y un después no existirían. No obstante, también los hay quienes se tropiezan al pasar a detrás de cámaras y no logran sostener una película, sin importan la experiencia o el reconocido elenco que han reunido a su alrededor. Es en este contexto tan cambiante que Chiwetel Ejiofor (12 Years a Slave) da un paso al frente y encara su primer largometraje, adaptando a la inspiradora historia real de William Kamkwamba.

The Boy Who Harnessed the Wind abre en Kasungu, dentro del turbulento 2001. El mundo cambiaba de generación, algunas costumbres morían para dar nacimiento a otras pero, para William Kamkwamba, solo implicaba su llegada a la escuela. Con una vida sencilla, sus placeres residen en las pequeñas cosas, en su nuevo uniforme, en la reparación de radios y en ayudar a sus colegas. Por esto, cuando su pequeña aldea cae en la hambruna, no tardará en buscar la manera de encontrar una solución, aún cuando nadie crea en él. Con esta premisa, Ejiofor –quien escribió el guion- se da a la tarea de contar una historia de superación y rodearla de un contexto político turbio, así como de una, a primera vista, alegre relación padre e hijo que irá complicándose con los años.

Desde un inicio, se nota el compromiso que Ejiofor tiene con su proyecto, pues no solo dirige y escribe, ya que también encarna a Trywell Kamkwamba, con el que otorga una dedicada y pasional actuación que bien podría destacar entre los muchos puntos álgidos que ha tenido en su carrera. Acompañándole, está el debutante Maxwell Simba, quien protagoniza y demuestra un amplio rango en las poco menos de dos horas de duración. Hay mucho esmero por parte de todo el elenco, siendo gran parte de la película hablada en chichewa. Pero claro, es la dupla protagonista quien se lleva las palmas, especialmente el inglés, que se supera en su papel de padre desesperanzado y angustiado.

Otro de los aciertos que tuvo el mencionado actor y director con su film, es el destacable equipo que se ha conseguido para embellecer su trabajo. Dick Pope (The Illusionist) retrata el drama con su efectiva fotografía y, junto a una de las mejores composiciones de Antonio Pinto (Cidade de Deus), son factores que ayudan a la construcción de los momentos climáticos. Y es que el guion de Ejiofor, que comienza con la calmada sobriedad de la estabilidad, no tarda en elevarse a los puntos de quiebre donde la desesperanza nubla a sus personajes. Sin embargo, esta atención imparable a los dos nombres principales deja totalmente de lado al contexto tan potente que plantea en sus primeros minutos, con esa sociedad incapaz de comprender lo que les rodea.

Al final, The Boy Who Harnessed the Wind se confirma como un sólido debut para Chiwetel Ejiofor y, sobre todo, una muestra de que el actor se ha rodeado de las personas indicadas. Su experiencia con grandes como Steve McQueen o Ridley Scott se hace evidente conforme avanzan los minutos; deja reposar a la cámara y permite que sean las palabras las que hagan fluir la película. Lo que pudo haber sido una producción mediocre por lo convencional de sus ingredientes, termina en dos horas disfrutables de un talento que todavía tiene mucho por compartir, así como una buena adición al imparable catálogo de Netflix.

 

 

 

 

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César Cortez

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