Crítica de The Big Sick / Un amor inseparable

Kumail es un joven paquistaní que conoce a una chica americana llamada Emily. Cuando su relación empieza a crecer, Kumail empieza a preocuparse por lo que sus padres, musulmanes muy tradicionales, puedan opinar de ella. Cuando Emily de pronto cae en coma, Kumail se encuentra a sí mismo desarrollando una estrecha relación con sus padres.

Chico paquistaní conoce chica americana, ella enferma, y él debe lidiar tanto con los cerrados preceptos de su familia como el inestable lazo con los padres de ella. Algo que se ve todos los días, ¿no? La historia real de cómo el actor y guionista Kumail Nanjiani conoció a la que es ahora su esposa -y co-guionista- Emily V. Gordon es un cortejo romántico que gritaba a los cuatro vientos ser adaptado, y logra dicha transposición en la sentida comedia dramática The Big Sick, donde los elementos del terreno del humor se unen a la sensible trama hospitalaria, sin recurrir nunca al golpe bajo.

Es extraño que una película romántica de casi dos horas de duración pase un gran trecho sin su protagonista femenina, pero The Big Sick lo hace. Luego del flechazo de los enamorados tras una sesión de stand-up, Kumail -interpretándose a sí mismo- y la Emily de Zoe Kazan, eterna protagonista en comedias románticas extravagantes, parecen más unidos que nunca, hasta que el peso de las tradiciones de él aplastan sus chances. Antes de que una extraña enfermedad agobie el cuerpo de ella y la deje postrada en un coma. Y ahí donde el terreno se vuelve cenagoso es donde el film brilla. La internación de Emily abre el juego a la introducción de sus padres, unos increíbles Holly Hunter como la reacia madre y Ray Romano como el pacífico padre, que deberán lidiar con el peliagudo momento clínico de su hija y el ex-novio comediante que no parecería encajar más en el marco familiar. Hunter en particular está explosiva como la amarga mamá que paulatinamente se suelta y mira con ojos generosos a ese caballero moreno que se desvive por su hija, en una interpretación para aplaudir por los diferentes toques que la consagrada actriz le aporta a su personaje para expandir sus dimensiones.

La película producida por Judd Apatow tiene todos los elementos para ubicarla bajo el panteón del rey de la comedia realista. Hay una clara intención de parte de Nanjiani y Gordon de contar su extraño cuento de hadas de la manera más real posible, realzando aquí y allá algunos momentos que aportan toques de drama hollywoodizados, para que la trama tenga algo más de picor, y eso eleva por la media de otras comedias cuyo guión está masticado por más de una persona o vira hacia los clichés más redundantes. Mientras otras compañeras del género hubiesen ido a lo obvio con la costumbre de los matrimonios arreglados de la familia de Kumail, el golpe cultural se suaviza con los relajados miembros familiares, exceptuando a la inquebrantable madre, que aportan otra visión a la típica familia de origen paquistaní que históricamente ha plagado el género. El actor, muy lejos de los estándares del protagonista masculino en una comedia romántica de la industria, la descose aportando su granito de arena a la visión que se tiene de su cultura y las contradicciones de una religión que parece obsoleta y arcaica, pero que se sigue a rajatabla bajo pena de enfurecer al dios todopoderoso.

No es sorpresa alguna que el guión original haya quedado nominado en la terna para los próximos Premios de la Academia. Es una dramática comedia romántica que no abruma desde ningún costado, ya que tiene medidos momentos de humor, el romance y la química entre Nanjiani y Kazan se siente, y el costado trágico no apunta a agarrar los pañuelos de papel cada cinco minutos. Es una gran tarea el ir rotando desde un género hacia otro, y el director Michael Showalter (Wet Hot American Summer) sale indemne de tamaña empresa al crear un realismo tan intenso y cercano que uno pierde la noción del tiempo, incluso cuando es notorio que los productos Apatow terminan estirándose más de la cuenta a la hora de redondear su propuesta.

Hay que darle una oportunidad a The Big Sick. No todos los días se ve una dramedia romántica con un pakistaní de protagonista, contando la extravagente pero real historia de cómo conoció a su esposa, que contra viento y marea terminaron la odisea que definiría sus vidas. En apenas dos horas condensa lo que muchas series humorísticas no logran en varias temporadas, y eso es más que destacable.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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