La historia tiene lugar en el año 1927, en Hollywood. George Valentin es una estrella del cine mudo que, con el advenimiento del sonoro, sufre el deterioro de su carrera y el lento viaje hacia el olvido. Mientras, para la joven extra Peppy Miller el cielo es el límite y su llegada a la cima parece sólo cuestión de tiempo.
Desde su presentación en el Festival de Cannes, en mayo del año pasado, The Artist ha sido objeto de mucha atención, algo que se acrecentó en las últimas semanas con las entregas de los Golden Globes y los BAFTA, además de las múltiples nominaciones que recibió para los Oscar, convirtiéndose así en la gran favorita. El nombre de Harvey Weinstein, su distribuidor norteamericano, y su enorme poder de lobby también han recibido su cuota de interés en el asunto, algo que equipara al film francés con el absoluto ganador del año pasado, The King’s Speech, un producto correcto pero menor, cuyos enormes elogios fueron en buena parte injustificados.
Hay que partir de la base de que la nueva película de Michel Hazanavicius es merecedora de la aprobación de la crítica y el público. Se trata de un bello homenaje al cine mudo de fines de los años ’20, fiel al estilo de aquellas realizaciones en blanco y negro, con una musicalización para el recuerdo (gran trabajo de Ludovic Bource). Hoy en día se trata de un proyecto arriesgado y, por paradójico que parezca, se percibe como una brisa de aire fresco, una verdadera novedad. Si funciona es porque hay un conocimiento de los códigos que permite explotar de la mejor forma los recursos disponibles, logrando así una de esas películas que aspiran a ser como las de Charles Chaplin, aquellas que hacen reír y llorar por igual.
Aquí debe considerarse la notable labor de Jean Dujardin, un actor versátil que despliega su talento, incluso para el baile, en un papel que rebosa de expresividad sin recurrir a una sola palabra. Si bien él es el protagonista, cabe destacar que todos los personajes están muy bien interpretados (una lástima que un Malcolm McDowell solo reciba diez segundos), logrando así que el film fluya, recurriendo pocas veces al uso de intertítulos.
Si, The Artist es una realización digna que queda grande para compararla con The King’s Speech, aunque querer convertirla en la película del año sea ciertamente exagerado. Una vez que se haga a un lado la estética o la música, es decir, el sentido de homenaje al cine, se encontrará un film con una historia conservadora, que deja los riesgos para el estilo y juega muy a lo seguro en lo que se cuenta: una sencilla y optimista parábola sobre el éxito en la industria contada a la perfección, casi como se lo hubiera hecho hace 80 años.
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