En esta segunda parte, los pájaros protagonistas y los villanos cerdos de color verde llevarán su conflicto a un nuevo nivel.
The Angry Birds Movie hizo algo que para muchas adaptaciones de videojuegos resulta imposible: ser una buena película. Se suele hablar de una maldición con este tipo de transposiciones, dado que muchos han fracasado allí donde esta triunfó. No es que sea una obra maestra, pero es un producto animado más que digno, inspirado en una franquicia cuyo argumento es nulo y que no tenía héroes o villanos bien delineados por fuera de la especie a la que pertenecían. Se le dio entidad a los protagonistas y antagonistas, a partir de la idea base –los cerdos se roban a los huevos- se planteó una historia y trabajó en ella un sólido grupo de animadores, en tanto que se convocó a un importante equipo de voces provenientes de la comedia y se escribió un guion dinámico, cargado de humor. Se hicieron los deberes y el resultado fue óptimo, con un importante paso por la taquilla mundial que la convirtió en uno de los films de jueguitos más exitoso de la historia. Por supuesto que una segunda parte estaba más que garantizada, pero el pájaro no cae dos veces en el mismo lugar…
The Angry Birds Movie 2 no pierde el tiempo. Red es un héroe, amado por todos, y la relación con los cerdos ha devenido en una permanente guerra de bromas entre unos y otros. La aparición de una nueva enemiga hará que Leonard y los suyos pidan una tregua a los pájaros, cosa que todos están dispuestos a aceptar. La única excepción es el protagonista, quien ve en el fin de este duelo permanente la pérdida de su status de salvador de su pueblo y con ello la vuelta a la soledad que conoció toda su vida. Pero enfrentar a esta villana requerirá de un trabajo mancomunado entre una isla y otra, con lo que Red todavía podría mantener el cariño de su gente y hará todo lo posible por ello, incluso poner en riesgo a los suyos.
La idea es simple. «Encontramos una tercera isla que no sabíamos que existía», plantean, con lo que bien podrían estar las bases sentadas para varias películas más con ese débil concepto. Lo que se hace es básicamente mantener la idea de los juegos, cada entrega muy similar a la anterior pero con nuevos escenarios o algún personaje diferente, pero el objetivo y la jugabilidad es la misma. La animación sigue siendo de primera, su argumento de segunda.
Quizás mucho de eso podría haberse obviado de contar con un guion afilado como la primera vez, pero esta se nota más gastado y apurado, lo que redondea un producto más formulaico. Genera la sensación de dar un paso adelante para después volver a retroceder. Si un gag funciona bien –y algunos están muy bien-, se lo sigue con alguno básico, como que un personaje use una tanga. La dinámica entre Red y la recientemente incorporada Silver (Rachel Bloom) es uno de los aspectos más destacados, sobre todo cuando no hay ideas para el resto del equipo más que ser compañeros de aventuras. El hecho de traer a una chica a la acción, nada menos que una inteligente, fuerte y capaz, es uno de los puntos que más suman en esta secuela. Una de cal y una de arena, no obstante, cuando la idea de empoderamiento se deshace entre las manos con la villana Zeta. Un paso al frente y uno atrás.
No hay mucho más en The Angry Birds Movie 2, por fuera de la introducción de un nuevo enemigo, la alianza de los viejos rivales y el enfrentamiento definitivo. Quizás les quedaba corta y por eso, por ejemplo, se nos hace partícipes de las aventuras de un trío de pajaritos extraviados, un gag recurrente que se extiende más de la cuenta. A eso hay que sumar la imposibilidad de disfrutar del notable equipo de voces originales, dado que muchos chistes se pierden en la traducción a pesar de los esfuerzos de los actores de doblaje.
Sus falencias, no obstante, se compensan con algunos pasajes que se destacan gracias a elecciones musicales realmente inspiradas. El uso de «Space Oddity» es genial y termina por justificar una secuencia que se hacía por demás tediosa. «All By Myself» es empleado en forma recurrente con gran efecto, en tanto que «I Don’t Want to Wait» es la elección perfecta para encapsular un pasaje en los años ’90. Y si bien el resultado final es de manual, este tipo de secuencias mejoran al todo.
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