El año es 2029, John Connor, lider de la resistencia continua la guerra contra las máquinas. En la base de Los Ángeles, los peores miedos de John sobre el futuro se vuelven realidad, cuando descubre que SkyNet planeta un nuevo ataque desde ambos frentes: el pasado y el futuro, que podrán cambiar la guerra para siempre.
La de Terminator es una saga que sirve de ejemplo inmediato –como El Padrino II– para argumentar que las segundas partes no siempre son peores que las originales. James Cameron, al igual que Francis Ford Coppola, llevó a la pantalla grande una película enorme en 1984, cuyo genio superó cinco años más tarde con la otra obra maestra que es Terminator 2: Judgement Day. Lamentablemente y sin demasiada necesidad es que se llevó adelante una tercera parte que, sin ser mala, mostraba signos de agotamiento en la franquicia, la cual derrapó con la fallida Terminator Salvation. Y dado que se fracasó en el paso adelante, la única manera de retomar al personaje era la vuelta atrás. Y así es que se obtiene Terminator Génesis, un relanzamiento que no tiene sentido ni personalidad.
Más allá de que se retomen elementos de la saga y se les de continuidad, no es una remake ni una secuela. Lo que se hace es apretar el botón de reinicio y mirar desde otra óptica algunos elementos que ya estaban presentes. El cambio más significativo, y que le da cierta frescura al proyecto, se da en la naturaleza de los personajes. Sarah Connor no es la mujer débil que era en 1984, sino una joven de armas tomar que toda su vida fue entrenada por un T-800 que la preparó para lo que vendría. Kyle Reese viaja al pasado sabiendo el futuro, no obstante es un mensajero de noticias ya conocidas desde hace años. John Connor es el líder de la rebelión que es vuelto en contra de su propia gente, parábola inversa de las primeras dos partes que convirtieron al villano en el héroe de un film al otro. Todas las historias se expandieron hasta límites que no se habían imaginado, sin embargo se percibe como mero artificio que carece de la brillante y efectiva sencillez de las primeras.
Alan Taylor demuestra una vez más su capacidad para filmar geniales secuencias de acción y acompañarlas con dosis excesivas de discursos sobreexplicativos para justificar lo que pone delante de cámaras, al igual que en Thor: The Dark World. Terminator Génesis hecha mano a todas las buenas ideas que tuvo James Cameron y se permite usarlas todas a la vez, en un resumen que insume la mitad de la película. Hay espacio para crear, con lo que el guión de Patrick Lussier y Laeta Kalogridis trata de utilizar cada milímetro «desaprovechado» para expandir su historia, aún cuando no haya demasiado sentido en ello –J.K. Simmons es siempre una presencia bienvenida en cámara, pero su personaje y su historia son absolutamente intrascendentes para la trama-.
Hay algo poco satisfactorio y anticlimático en el jugar con las cartas marcadas, dado que todos los personajes conocen peligros de antemano y niegan la capacidad de asombro. Como se ha dicho, hay que reconocer que la acción es impactante, con una escena más sorprendente que la anterior, mientras que el argumento expandido y las vueltas de guión lo mantienen a uno cautivo durante sus dos horas. No obstante es todo un refugio ante la falta de ingenio propio. Se apila una energética secuencia de riesgo tras otra para suplir el poco contenido que tiene, una vez que los recursos de las primeras dos películas ya fueron agotados.
Como se dijo más arriba, a Terminator Génesis le falta personalidad. Es un film que no tiene espina o la que tiene es prestada. ¿Cuál es el sentido de relanzar una franquicia si se recurre al mismo personaje central y se hace del paso del tiempo un punto argumental clave? Arnold Schwarzenegger es Terminator y la saga no funciona si no lo tiene a él abordo, por lo que su reinicio se alimenta cual garrapata de las películas originales. Cuando un proyecto es tan servicial a lo hecho por otros, deja de ser un «homenaje» y prueba que en realidad faltan ideas o un estilo propio como para sostenerse por su cuenta.
Al trío que acompaña a Arnold sinceramente le falta carisma. Emilia Clarke hace un trabajo aceptable como una Sarah Connor ruda desde el primer momento, mientras que Jason Clarke acompaña en un personaje que se vuelve demasiado genérico a medida que corren los minutos. Jai Courtney, que sinceramente sorprende cómo recibe tantas ofertas de trabajo en distintas franquicias cuando hace siempre el mismo papel, no tiene mucho sentimiento como para aportar a su Kyle Reese, pero sirve como un buen contrapunto para un Arnold envejecido que es el verdadero premio de la película. «Viejo pero no obsoleto» es una frase que el Roble Austríaco repite de manera constante, afirmación que sin duda es autorreferencial. Nadie duda de Schwarzenegger, pero quizás ya sea hora del retiro de la franquicia, sobre todo cuando se planea hacer otras dos películas y ya no hay ideas de James Cameron a las cuales aferrarse.
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