Fernando está de vacaciones con sus amigos en una quinta en Ezeiza. Descansan en la pileta, toman alcohol, fuman y sacan a la luz sus intimidades más profundas mientras exhiben una libertad lúdica, como si fueran niños en una colonia de vacaciones.
Germán y Fernando llegan caminando a la enorme quinta del segundo, alguna vez un centro para fumadores que querían dejar de serlo, la cual tiene cancha de tenis, pileta, jacuzzi, sauna y demás comodidades. Hay unos cuantos amigos de este último tirados semidesnudos por los sillones, reponiéndose de la noche anterior. Uno se levanta y los saluda, con una remera pero completamente desvestido de la cintura para abajo, y se sienta sobre la mesada para hablar, con una naturalidad que genera cierto ruido. En esos pocos minutos quedará bien plasmado el tono de la nueva película de Marco Berger (Plan B, Ausente, Mariposa), que esta vez co-dirige junto a Martín Farina (Fulboy). En esta ocasión, el prolífico realizador argentino vuelve a abordar una temática que ha trabajo a lo largo de su filmografía, como es la homosexualidad masculina. Sin embargo, lejos de lo hecho en la destacada Plan B, este film es decididamente más explícito y con eso pierde cierto valor.
El grupo de amigos disfruta unas vacaciones de relax, sin demasiado que hacer más que fumar porro, tirarse a la pileta o en alguna ocasión agarrar la pelota de fútbol o una raqueta para perder un poco más el tiempo. Hay algunos roces, pero son hombres y a los pocos minutos ya está todo bien. Se mimetizan bastante como unos veinteañeros de perfil parecido, aunque se definen bien por el tipo de relaciones que llevan. Está el que no puede dejar de engañar a la novia, el que ama a su pareja pero lo vuelven loco sus celos, el que tiene sexo sin protección, el que tiene relaciones de forma frecuente, el que no lo hace desde hace meses y el que tiene un noviazgo raro, como si fuera una pantalla. Por otro lado están los protagonistas: Fernando, el dueño de casa y gran amigo de todos, y Germán, su compañero de Taekwondo, que no conoce a ninguno más. Los dos son gays y se sienten atraídos el uno por el otro, pero no lo expresan.
Ese es el gran mérito del film, el abordaje sutil y cuidado de una potencial relación entre dos jóvenes reservados, en un ambiente de mucha testosterona y cierto machismo. Descubren intereses afines -literatura, cómics- y se la pasan juntos, en compañía de otros que se dan cuenta de que algo hay entre ellos y lo viven como si nada, a excepción de un «tercero en discordia» que es decididamente una pata floja de la historia. Hay una buena dupla protagonista en Gabriel Epstein y Lucas Papa, mientras que el resto del elenco acompaña muy bien, con mucha química grupal. Mientras ellos dos se guardan sus sentimientos, los otros desnudan sus problemas más íntimos. Conversaciones a calzón quitado, literal y figurativamente.
El problema es lo reiterativo que se torna, estirándose mucho más de la cuenta con escenas redundantes que no terminan de aportar. La cámara por lo general se posa a la altura de la cintura, para tomar a los chicos mientras hablan desde la cama o el sillón. También está situada así en forma estratégica, para que uno y otro de ellos se desnude de cuerpo completo frente a cámara. Es algo chocante en relación a la delicadeza con la que se aborda el vínculo central y en torno a los temas que discuten, pero sobre todo la «naturalidad» con la que se da todo se siente algo forzada y resta mérito a aquello que está bien logrado.
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