La última vez que un grupo de pájaros revolvió una sala de cine fue en 1963, durante el estreno de una de las mejores películas de la historia: The Birds, de Alfred Hitchcock. 53 años después, otro director clásico los vuelve a poner en primer plano. Sully narra los acontecimientos del accidente que le otorgó al piloto Chesley Sullenberger el título de héroe. El 15 de enero de 2009, el vuelo 1549 de US Airways se estrelló en el río Hudson porque dos pájaros destruyeron uno de sus motores. Clint Eastwood, basándose en el libro homónimo escrito por Sully y adaptado por Todd Komarnicki, enaltece nuevamente el nombre de una persona y realiza una de las más logradas y sutiles películas de aviación del siglo.
William Holden, Forest Whitaker, Kevin Costner, Sean Penn, Hilary Swank, Morgan Freeman, Leonardo DiCaprio, Matt Damon; a todos ellos Eastwood tuvo como protagonistas de alguna de sus 35 producciones. Esta vez fue el turno de Tom Hanks, quien nunca se había puesto al mando del hombre sin nombre. En los últimos años, el actor interpretó personajes con características similares: James Donovan en Bridge of Spies, Richard Phillips en Capitán Phillips y Robert Langdon en Inferno. Al igual que Sully, todos son héroes. Su calidad como profesional ayuda a construir el tejido de la historia que el director quiere contar. Atraviesa todos los estadíos: tiene visiones, recuerda cosas, sufre y controla sus nervios en el avión, enfrenta un juicio, tiene cargo de consciencia. El actor, con ayuda de la mano maestra de Eastwood, plasma en la pantalla los sentimientos encontrados del piloto durante los instantes y días posteriores al accidente.
El director y Komarnicki narran el amerizaje como si fuera un rompecabezas. En las representaciones del mismo, que se repiten una y otra vez en el transcurso de la película, el espectador encuentra pistas diferentes. Cada versión devela algún elemento que sirve para reconstruir el suceso. De esta manera, el momento exacto del episodio se convierte en algo sumamente importante dentro de la estructura de la historia, aunque muchos puedan saber su desenlace.
La conjunción de la buena interpretación del protagonista -acompañada de un carismático Aaron Eckhart– y de la reconstrucción del amerizaje conforman un film completísimo. Eastwood maneja con calma la llegada al clímax, que surge en la disyuntiva de Sully y la verdad de lo ocurrido en el aire. El film no es desfachatado y «violento», por así decirlo, como la magnífica Flight, de Robert Zemeckis, sino todo lo contrario. Visualmente implacable -digna de apreciar en cines-, interpretada por un especialista y dirigida por un tipo que, como director, tiene más logros que derrotas. Y Sully acrecienta esa diferencia.
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