Crítica de Stolen / Contrarreloj

Will Montgomery es un veterano ladrón de bancos sentenciado a ocho años de prisión. Una vez cumplida su condena intenta reconstruir la deteriorada relación con su hija Allison, pero todo se complica cuando su antiguo compañero secuestre a la joven para exigir un rescate.

Cuando uno escucha el nombre de Nicolas Cage sólo se puede imaginar una sola cosa: clase B. El otrora gran actor, un referente que supo consolidar su estrella en el cine de acción con títulos como Con Air y Face/Off no puede encontrar un nicho que lo solidifique nuevamente y todas sus opciones terminan decantando en films que pasan totalmente desapercibidos en las salas comerciales. Stolen es uno de estos estrenos, que sorprenden por el mero hecho de llegar a la pantalla grande cuando su destino final es la comodidad del living del hogar, un domingo lluvioso.

La colaboración de Cage y el director Simon West -trabajaron juntos en Con Air– los encuentra a ambos en momentos muy diferentes de sus carreras: tras un tiempo apartado de la gran pantalla, el realizador se ha convertido en uno de los nombres más competentes del cine de acción rápido y letal (como bien lo demuestra en The Expendables 2), mientras que el actor es una figura de culto para todo interesado en la serie B contemporánea. Ambientada en el ahora recurrente escenario de una Nueva Orleans post Katrina, Stolen no tiene una historia que resulte intrigante, porque se ha visto ya varias veces. Esto resulta raro porque el anterior guión de David Guggenheim, la superior Safe House, supo armar con elementos básicos una historia correcta, no obstante aquí se queda corto con la proeza de un padre ex-ladrón que quiere recuperar a su hija, secuestrada por un compañero de crímenes que, piensa, tiene una suma millonaria escondida en algún lugar oscuro. Aún con los nombres de West y Cage en la marquesina, no hay absolutamente nada que amerite una temporada en los cines para esta nueva producción: su acción es esporádica y de bajo presupuesto, su historia ha sido producida un millón de veces -y mejor en muchos casos- y la abrumante cantidad de alivios cómicos hace que la escasa veracidad de la trama se vea puesta en evidencia.

En menor medida, Stolen juega sus cartas con cierta habilidad y, si bien muestra a un Cage extrañamente contenido, deja que el Vincent de Josh Lucas ponga el punto excéntrico en un secundario que supera en histrionismo a cualquier personaje que el otro haya encarnado en sus últimas películas. Pero un elenco competente y una dirección correcta no alcanzan para subsanar un trabajo que no va hacia ningún lado, que encarna la mismísima acepción de diccionario de la palabra pasatista.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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