Mary está embarazada de gemelos, pero en el momento de dar a luz sólo uno de ellos sobrevive. Mientras intenta superar este duro golpe, no para de sospechar que un ente sobrenatural y maligno, quiere arrebatarle a su hijo Adam.
No debe haber trauma mayor que la pérdida de un hijo. Para una madre es un dolor inexpresable, y para Mary (Christie Burke) es aún mayor al dar a luz a uno de sus mellizos, para acto seguido perder al siguiente incluso antes de los créditos iniciales. El primer largometraje del canadiense Brandon Christensen abre entonces su narrativa de manera contundente, pero tiene varios problemas a la hora de navegar las tortuosas aguas de la depresión post-parto, aderezada fuertemente con un condimento sobrenatural que daña más de lo que ayuda.
El matrimonio de Mary y Jack (Jesse Moss) no puede disfrutar en paz del nacimiento de su hijo en la hermosa casa -cortesía del ascenso de él en la firma de abogados-, porque lo sucedido en el parto la ha marcado a fuego. El ganar y perder un hijo al mismo tiempo le ha provocado un grave caso de depresión severa que parece imposible de superar, aún cuando tiene un marido que la adora y la apoya, pero que no está ni cerca de entender lo que le pasa por la cabeza, así como un adorable recién nacido que implora por ella. La intervención de una fuerza sobrenatural, el demonio del título local, no hace más que empeorar las cosas…
Se agradece siempre en el género del horror cuando se tocan temas cotidianos pero con un giro espeluznante para aumentar esos miedos y/o enfrentarlos de lleno con un buen susto. Hace unos años lo hizo la excelente The Babadook, y hace todavía más el clásico Rosemary’s Baby, de la cual el film canadiense bebe más de lo debido. Lo que en estos dos exponentes del horror psicológico se hacía implícito y conjurando más atmósfera que trucos baratos, Still/Born (El demonio quiere a tu hijo) lo compensa con una aparición corpórea que provoca un par de sobresaltos pero que le quita toda la solemnidad que tanto el director como la inquietante interpretación de Burke le otorgaban a la película. El guión, escrito por Christiansen y Colin Minihan (director del esperpento Grave Encounters), parece más interesado en hacer hincapié en su criatura que en seguir apostando por el costado más dramático de la situación de su protagonista. La ambigüedad de saber si esto realmente está pasando o todo está en la cabeza de Mary se arroja por la ventana y en el camino quedan un par de susurros demoníacos y espectros del más allá que se mueven retorciéndose, un cliché que debería ser enterrado lo antes posible.
Para ser honestos, El demonio quiere a tu hijo me hizo saltar en un par de ocasiones con escenas bastante espeluznantes que no me esperaba para nada, y su arco narrativo sobre la depresión es un costado más que interesante que no se explora frecuentemente en el cine comercial de terror. La frase con la que se despide parece que fue el catalizador del resto, y es una tan aterradora que hiela la sangre. Pero para llegar hasta ahí, y que el resultado sea demoledor, hay que tener un viaje adecuado, uno que Still/Born no se gana con todas las de la ley.
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