A pesar de que Kevin ha revelado 23 personalidades a su psiquiatra de confianza, aún hay otra que permanece sumergida, la cual se materializará y dominará a las otras.
Cuando un triplete -por no decir quinteto- de films depositaba a M. Night Shyamalan en la primera «B» de la cinematografía mundial, llegaron las atrevidas The Visit y Split. Con presupuestos que no superaron los 10 millones de dólares, el director de The Sixth Sense realizó dos películas capaces de volverlo a poner en órbita, calzándose los botines, en la más reciente, de la mano de un James McAvoy que interpreta a 23 personajes a la vez.
Un muchacho aparentemente en sus cabales (McAvoy) secuestra a tres jóvenes (Anya Taylor-Joy, Haley Lu Richardson, Jessica Sula) y las encierra en su habitación. A partir de ese momento comienza la búsqueda desesperada de las chicas por escapar y del hombre por controlar la aparición de su personalidad número 24, al parecer, la más peligrosa de todas. Dennis, Barry y Patricia son algunas de las identidades que se le presentan al personaje principal quien, acomplejado por su situación, acude todas las semanas a una psicóloga (Betty Buckley).
Se nota que Shyamalan llevó a cabo Split con una increíble comodidad; con un cuchillo sostenido entre los dientes mientras se frotaba las manos y se regocijaba por lo tramado. Al igual que en The Visit, pero con un grado más de complejidad en el asunto, el director vuelve a moverse como un pez en el agua con la construcción de un relato sutilmente sobrenatural, oscuro y para nada libre de tensiones.
El guión, sumamente inteligente, construye un rompecabezas, a priori, muy difícil de armar, pero que solo requiere atención a las diferentes personalidades que están inmiscuidas dentro del protagonista. Para hacerla más fácil, Shyamalan le da bolilla a pocas identidades de Kevin que, por cierto, son las más conflictivas. Aquí es cuando McAvoy hace gala de todo su talento y logra diferenciar cada una de las personas que lleva dentro. El director juega con la desazón de las jóvenes y con el pasado de la co-protagonista Casey -personaje interpretado por Taylor-Joy- para crear suspenso, un siniestro trasfondo y alimentar al desenlace. Aunque nunca llega al punto de asustar, Split roza el terror en su tercer acto, cuando los porqués del complicado meollo comienzan a deschavarse.
Pero los finales de Shyamalan merecen un párrafo aparte. Para que Split se completara como película debía tener un desenlace shyamalanesco -o giro inesperado que descoloca al espectador-. Y efectivamente el director lo hace de nuevo, vuelve a sorprender al punto que, como se mencionó dos párrafos antes, se lo puede imaginar frotándose las manos.
A no contar nada ni recibir informacion adicional acerca de Split porque puede resultar peligroso spoilear y ser spoileado. De la mano de la productora Blumhouse, Shyamalan deja de lado los proyectos a los que se dedicó alrededor de 10 años y vuelve a su hábitat. Vuelve al suspenso, a lo sobrenatural, a seguir dándole forma a su estilo tan particular. Demuestra que su destreza como director es indiscutible.
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