Crítica de Sonic

La historia sigue las desventuras del erizo mientras navega la complicada vida en la Tierra con su recién encontrado humano y mejor amigo, Tom Wachowski. Juntos deberán unir fuerzas para detener al malvado Dr. Robotnik.

Un erizo azul de otra tierra que vive escondido en un pequeño pueblo observando todo de lejos. Su poder se desata de golpe y esto lo pone en la mira de un villano enviado por el gobierno de los Estados Unidos. Sonic toma al icónico personaje de SEGA y crea una película ideal para los más pequeños, sin dejar de lado los guiños y la nostalgia para los que crecieron jugando al videojuego.

Esta empieza en el caos total: Sonic (Ben Schwartz) siendo perseguido por un villano de bigote gracioso por todo San Francisco y el erizo sólo le puede sacar un poco de ventaja. Inmediatamente nos cuenta su historia desde el principio. De la isla donde creció, bajo el cuidado de Garralarga, cómo tuvo que escapar de ahí gracias a los anillos mágicos que le dio su protectora y cómo fue a parar a Green Hills, un tranquilo pueblo estadounidense. Diez años después, Sonic sigue corriendo, pero no se muestra a nadie, tal como le indicaron. El comisario del pueblo es Tom Wachowski (James Mardsen), pero él lo llama «Donut Lord», se para todas las noches frente a su ventana y ve películas con ellos, intentando con todas sus fuerzas ser parte de algo. Pero la soledad lo supera y en un momento, sin quererlo, desata todo su poder y provoca un apagón en gran parte del país. Es aquí cuando aparece el doctor Robotnik (Jim Carrey), el hombre más inteligente del mundo y un villano de primera.

Quizás el mayor logro de Sonic está en saber a qué público está dirigida. No pretende ser más de lo que es y entrega mucho más de lo que se esperaba. Con un humor inocente e infantil, el erizo se gana la simpatía del espectador casi inmediatamente. Marsden está excelente para el papel de protector/nuevo amigo del protagonista y, por más que suena ridículo decirlo porque es una animación, tiene mucha química con el personaje. Además, la vuelta de Jim Carrey al histrionismo y el humor delirante es algo que debemos agradecerle a esta película.

El film de Jeff Fowler es un lindo momento garantizado, lleno de chistes simpáticos, grandes secuencias en las que la música va perfectamente con la acción y un personaje entrañable.

 

 

 

 

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Julieta Cáceres

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