El erizo azul favorito de todos vuelve acompañado a la pantalla grande, esta vez apuntando especialmente a los más chicos.
El cine y los videojuegos no tienen la mejor relación del mundo. Desde la reciente Uncharted, hasta esa vieja película de Mario Bros. a principio de los ’90, tenemos una mezcla de adaptaciones aceptables, y otras cosas de las que mejor ni hablar. ¿O acaso alguien se acuerda de esa Assansin’s Creed con Michael Fassbender? (¿¿Por qué dejamos que eso pasara??).
Lo increíble de esa existente complejidad de adaptar una franquicia de consolas a la pantalla grande, es que Sonic de 2020, originalmente condenada al fracaso por un horrendo diseño de personaje, fue una grata sorpresa. Colorida, tonta, y entretenida, fue un éxito que supo hacer un buen balance de chistes básicos para los más chicos y referencias para el público original que creció jugando a sus juegos.
Y aunque iban por el camino correcto, Sonic 2 se siente menos por un claro cambio de audiencia. Bajan de posición y se ponen a la par de entretener a una audiencia infantil. Para sorpresa de nadie es más de lo mismo, solamente que es claro que esta vez se enfocaron muchísimo más en otro público, dejando migajas para quienes esperaban un poco más de ese humor original que tuvo la primera.
La película retoma desde donde dejaron con la escena post-créditos. El Dr. Robotnik (Jim Carrey) encuentra la forma de volver al planeta Tierra con la ayuda de Knuckles (Idris Elba), y se alían para encontrar una poderosa gema. Es entonces que Sonic (Ben Schwartz) recibe el aviso de Tails (Colleen O’Shaughnessey), un zorro de otro mundo, y juntos emprenden un viaje para detener al nuevo dúo malvado. Dos horas de una película de aventuras infantil básica y predecible, que busca entretenerte durante el viaje con chistes, nuevos personajes, y diferentes locaciones.
Primero y principal, lo más destacable es que Jim Carrey (The Mask, Eternal Sunshine of the Spotless Mind) vuelve a levantar el nivel de una película que sin él sería bastante más aburrida. Repite el mismo personaje con una interpretación caricaturesca y entretenida de la forma que solo alguien con su capacidad actoral puede.
Siguiendo con lo bueno, otra vez sobresalen los efectos digitales y el diseño de los personajes. Consiguen imitar el estilo 3D original y lo traen al mundo live action. Lo malo es que al agregar nuevos protagonistas que son completamente generados por computadora, es muchísimo menor la interacción que tienen con el mundo real.
Mientras que uno de los puntos más interesantes de la primera era ver cómo lograban que Sonic se mezclara de una forma tan vívida con James Marsden (X-Men, Westworld) y todo lo que tenía alrededor, en esta secuela es con Tails y Knuckles con quien más se relaciona. Y si bien los efectos digitales están a la altura, muchas veces con gran cuidado al detalle, se pierde esa sensación de que realmente son personajes que están ahí.
(Eso, o tal vez estamos analizando demasiado una película para chicos. Pero esto mismo se puede decir de cualquier crítica a peli infantil, así que seguimos).
A todo esto, se le suma que el Tom Wachowski de James Marsden pasa a un tercer lugar, apareciendo por muy pocos minutos. Como su personaje se aleja para una penosa trama secundaria, la dinámica principal pasa a ser entre Sonic y Tails, que ni por asomo llega a ser tan divertida como la relación que tenía el erizo con el humano en la primera entrega.
Sin embargo, un aspecto que resta muchísimo a la relación entre Sonic y los nuevos personajes es que el humor ya no es el mismo. No solo apuntan a lo infantil, sino que pasan por clichés ya demasiado vistos. Competencias de baile en un contexto inesperado, chistes de pedos y personajes intencionalmente tontos.
Cada tanto hay algún chiste para los más grandes, pero es muchísimo menos de lo que habían entregado en 2020. Una referencia a los juegos por acá, otra al mundo de Hollywood por allá, y listo. Lo que sí sorprende, es que en el doblaje al español adaptaron algunos chistes para que se relacionen a Latinoamérica, y que son esos (pocos) los que más llegan a hacer reír.
Así y todo, es una pena que perdieran su mayor atractivo. En la primera entrega habían demostrado que apuntaban a los dos públicos. Claro llegar a los más chicos, pero también hicieron una película disfrutable para esa persona mayor de 20 años que pasó su infancia jugando al SEGA. Entendieron qué audiencia quería ver a Sonic en la pantalla, e incluyeron mucha comedia y referencias (tanto de los juegos como de la comunidad gamer) para ellos también.
Y aunque en esta secuela mantengan el ritmo, el nivel de animación y los nombres de actores reconocidos para llamar la atención, es un cambio de posiciones dentro de la carrera en la que esta nueva franquicia está compitiendo. Hay presupuesto, ganas, ideas y contenido para seguir exprimiendo al erizo azul por un rato largo, pero esperemos que para eso vuelvan a aumentar la velocidad y retomen el lugar que bien supieron conseguir en el 2020.
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