John Matthews, un hombre de negocios, debe adentrarse en el mundo del narcotráfico cuando su hijo de 18 años Jason recibe una sentencia obligatoria de diez años en una prisión federal al ser apresado con un paquete que, sin él saberlo, contenía drogas ilegales.
Dwayne Johnson demostró en el último tiempo ser un Gatorade humano para las franquicias en agonía. De haber algún proyecto en dificultades para continuar su recorrido en la taquilla, la fórmula mágica parece ser sumar un poco de roca a la mezcla para así obtener un resultado superior al imaginado. Primero llegó el turno de Fast Five, quinta entrada dentro de la serie de películas rápidas y furiosas que, si bien venía en alza luego de una cuarta parte que mejoraba el panorama, ofreció la más lograda de todas y convirtió a la saga Fast & Furious en una de las más destacables opciones de acción disponibles en pantalla grande. Sin llegar a esos niveles, tanto lo que es Journey como también G.I. Joe se vieron beneficiadas con su incorporación en las segundas partes, que abrieron futuros algo más prometedores para propuestas que no tuvieron una fuerte salida en su momento. El hombre formerly known as The Rock tiene un buen timing cómico y ha encontrado el punto justo para que este no se vea opacado por sus músculos, no obstante siempre tiene algún proyecto como Snitch en cartera.
Si bien ha logrado combinar acción y humor con mucho éxito, el actor mantiene algunos vehículos para que encabece como este, en los cuales se prioriza lo primero y no hay lugar para lo segundo. Así como lo hacía Faster dos años atrás, con un ritmo que como el título indica era algo mayor, El Infiltrado es una apuesta genérica que no tiene sorpresas, de aquellas que Johnson protagonizaba tiempo atrás -antes de lograr el status que hoy detenta- y que, de no ser por su sola presencia, bien podrían tener un destino directo al formato hogareño. Ric Roman Waugh, doble de riesgo devenido en director, es quien dirige al ex The Rock en lo que es una de sus mejores interpretaciones, sobre todo porque no puede refugiarse en la comedia. Esto se acrecienta, además, por una cuestión de que por decisiones de los realizadores -cabría preguntar por qué elegir a Dwayne Johnson para el papel si no se van a exprimir sus principales cualidades- tampoco puede recurrir a su físico, encerrado más bien dentro de lo que es un padre de familia común y corriente pero con una musculatura fuera de lo normal.
Si bien hay buenas interpretaciones –Susan Sarandon más en piloto automático pero bien como la fría fiscal, pero con Barry Pepper y Michael Kenneth Williams llevándose la atención-, no es una película que logre sobresalir de la media. Lo que ocurre es que hay un error de concepto generalizado en torno a la misma, lo cual limita sus posibilidades y la condena a arrastrar un peso negativo de forma constante. La lucha contra el narcotráfico parece ser algo simple, algo que claramente puede hacer cualquier hombre de trabajo que quiera defender a los suyos. Al aceptar esa premisa básica, todo se desarrolla con un nivel de normalidad que es improbable, motivo por el cual no hay espacio para el humor o para espectaculares secuencias de acción, sino solo algunas persecuciones o tiroteos medidos. Si bien sale bien parado de este proyecto, a esta altura Dwayne Johnson está para más y lo sabe.
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