Parece que el 2012 no se rinde y se guarda las últimas cartas de terror para el final. Luego de un año magro -por ser benévolo-, el género da un interesante manotazo de ahogado con Sinister, una más del montón en la que una pesada e inquietante atmósfera sobrelleva una historia francamente agotada pero que se rehúsa a desaparecer.
El director Scott Derrickson encausa su carrera que comenzó promisoria con la escalofriantemente realista The Exorcism of Emily Rose y sucumbió bajo el peso de la aburrida remake The Day the Earth Stood Still con un film co-escrito con el novato C. Robert Cargill que en papel debería haberse visto terriblemente efectivo pero que en su traslado a la pantalla grande genera una gran desconfianza para con la trama. Y es que la historia de un escritor en franca decadencia esperando un regreso a sus quince minutos de fama se ha visto varias veces, y también todos los elementos secundarios que rodean a dicho argumento: una mujer que lo apoya casi ciegamente, hijos disconformes, oficiales de policía que desconfían de su criterio y demás. Una vez que este escritor comience a investigar más sobre los antiguos habitantes de la casa a la que acaban de mudarse -cuya muerte se puede apreciar en la angustiante escena inicial-, más detalles escabrosos saldrán a la luz y un espectro del pasado se hará presente en la peor de las maneras.
Lo que nos lleva al quid de la cuestión: ¿Es realmente Sinister una joya del horror perdida entre tanto estreno inútil? No, no lo es, pero se lleva un premio al esfuerzo por intentarlo. Tras su ridícula historia llena de boquetes -¿por qué los personajes no salen corriendo sin cerrar las puertas en el minuto que cosas extrañas comienzan a pasar? ¿Tanto le importa a Ellison un nuevo hit, más que el bienestar de su familia?-, Derrickson se las ingenia para crear escenas que serán difíciles de sacar del imaginario colectivo por un largo rato. Para todos aquellos que la pasaron mal con ciertos pasajes de Paranormal Activity y los recordaron a la hora de ir a dormir, con Sinister y sus oscuros videos caseros estilo Super 8 les provocarán una serie de pesadillas espantosas. A las claras son el aspecto más destacado de la película, y su aire a hecho en casa, sumado a una banda de sonido desconcertante, serán el vivo recuerdo de los espectadores. Esta sensación de malestar va en incremento cuando aparece en pantalla el ser sobrenatural, el Bughuul, quien poco a poco va cobrando mayor presencia en la vida del protagonista y presagia lo peor para todos.
Para ser una película que costó alrededor de $3 millones, esta luce muy pero muy bien: sus ambientes modestos son aprovechados con tacto por el director para crear un elemento realista, por más que la historia diste bastante de serlo. Tal credibilidad se sostiene convincentemente de la mano de Ethan Hawke, un actor que uno no pensaría que estuviese ligado al horror, pero que es un detalle que suma y mucho con una actuación interesante y honesta, más en los momentos duros de la película, cuando poco a poco la verdad se va haciendo evidente.
Este film dejará sentimientos encontrados: engaña con su interesante dirección, con su elenco, con su aire a siniestro y ese malestar generado que todos quieren sentir cuando ven una película de horror, pero su trama produce mucha desconfianza cuando sus agujeros comienzan a hacerse notar, y eso le resta. Aún así, es una de las mejores opciones de terror en el año y esta experiencia debe vivirse en una sala de cine, en medio de la oscuridad.
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