Crítica de Sicario: Day of the Soldado

La guerra contra las drogas en la frontera entre Estados Unidos y México se intensificó a medida que los carteles comenzaron a traficar con terroristas en la frontera de los Estados Unidos. Para luchar en la guerra, el agente federal Matt Graver vuelve a formar equipos con el voluble Alejandro.

El negocio no deja nunca de sorprender y el que aquí nos compete es un ejemplo perfecto para aseverar que cualquier película existente está en condiciones de recibir una secuela, precuela o desprendimiento. No importa si la primera parte fue un thriller criminal autoconclusivo, que no dejó ninguna puerta abierta para una continuación. Los productores hambrientos de novedosas propiedades intelectuales que minar van a encontrar la forma de reabrir la historia. Y en honor a la verdad, no se puede decir que sea puro cash grab. Ese término se aplica para las segundas partes hechas a las apuradas, sin ningún tipo de necesidad y con el único fin de recaudar más dinero en una utilización descarada del título. Sicario: Day of the Soldado era innecesaria, pero compensa al construir un thriller tenso e inteligente con mucho a su favor.

Es importante señalar que hay cambios considerables en la formación, que indudablemente repercuten en el resultado final. El realizador Denis Villeneuve (Arrival, Blade Runner 2049) no estuvo a bordo, lo mismo que el legendario director de fotografía Roger Deakins, quien merecidamente estuvo en carrera por el Oscar por su labor en la anterior, lo mismo que el fallecido compositor Jóhann Jóhannsson –sus lugares los ocupan con sendas labores aceptables el cinematógrafo Dariusz Wolski (The Martian) y la compositora Hildur Guðnadóttir, una colaboradora del otro-. Tampoco está Emily Blunt frente a cámaras y con ello se pierde una pieza muy importante del armado, dado que su Kate Macer fue la brújula moral de la otra y fue su inmersión en aguas cada vez más oscuras lo que la volvió tan apasionante. Al quitarla del medio, la película se siente libre de explorar otra porción negra de la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, con ojos más cínicos y mayor tendencia a la violencia.

Stefano Sollima (Suburra) toma las riendas de un proyecto que vuelve a contar con guión del destacado Taylor Sheridan (Hell or High Water, Wind River), quien se ha probado como un experto del cine de frontera y el neo-western. Aquí elige una buena aproximación a los personajes ya conocidos, como si se tratase de un desprendimiento focalizado en una nueva misión en el marco de la intensa guerra contra la droga que llevan adelante. Hay terroristas que cruzan desde México hacia Estados Unidos para cometer atentados y eso es razón suficiente como para que el Ministerio de Defensa aplique todo el rigor de la fuerza en el combate contra los cárteles. Sheridan ofrece una mirada detallada detrás de la cortina pública, con un meticuloso paso a paso a las operaciones negras que se ponen en marcha en el ámbito político-militar, con agentes preparados para disparar primero y preguntar nunca.

En ese sentido resulta fascinante y el guión es lo suficientemente ágil como para que en ningún momento se sienta pesado. Ofrece ciertas porciones de información que de a poco se conectarán para dar forma a un entramado astuto y absorbente, que sin embargo peca de redundante. El foco en Matt Graver y Alejandro Gillick conduce a que la historia de rienda suelta a sus pulsiones más brutales, con mucha acción por la acción en sí misma, sin rastro de la duda que aportaba Macer. Será recién bien entrada en la segunda hora de película que el gran personaje de Benicio Del Toro revelará un costado más sensible, que lo pone en colisión directa con el peligroso agente de Josh Brolin, quien cuenta con todos los recursos a disposición como para hacer lo que quiera y sin ninguna consecuencia.

Sicario: Day of the Soldado tiene algo que decir, más allá de que también lo haya dicho antes y mejor. No por eso deja de ser una película oportuna. Sollima y Sheridan optan por explorar una faceta más vinculada a lo procedimental, con un seguimiento paso a paso por la operación fría y con menos apuestas personales. Puede que no esté a la altura de la original, después de todo son pocas las secuelas que lo están. Pero no deja de ser una digna continuación que no sabíamos que necesitábamos.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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