Baker Dill es un capitán de bote pesquero cuyo misterioso pasado vuelve a perseguirlo, cuando Karen, su ex esposa, lo contacta en medio de un desesperado llamado de ayuda.
El capitán de un barco de pesca está obsesionado con un atún que persigue hace años, su propio Moby Dick. Pero este no será su mayor problema porque el pasado lo alcanza y le presenta un dilema que le cambiará la vida. Serenity sigue a Baker Dill, un pescador alcohólico con varios secretos y el cómo debe lidiar con ellos sin poder escapar. Una película que intenta ser inteligente e intrigante pero que es todo lo contrario, llena de lugares comunes, actuaciones mediocres y un guion simplemente malo.
Dill (Matthew McConaughey) lidia con varios problemas: no tiene plata para seguir manteniendo su negocio, su obsesión con ese atún lo está aislando de todo y todos, su alcoholismo no ayuda y el misterio sobre su pasado lo atormenta en sueños. Todo esto se complica más cuando alguien de su antigua vida aparece pidiéndole ayuda. Este pescador deberá enfrentar una decisión que puede cambiarle la vida para siempre, pero perderse en el camino. Entre medio, cambios de trama, giros inesperados -realmente inesperados porque parecen no pertenecer a la película- y revelaciones que intentan sorprender al espectador y en parte lo logran, pero por los motivos equivocados.
Pocas cosas son rescatables de la película escrita y dirigida por Steven Knight (Locke, Eastern Promises). Serenity cuenta con actuaciones de grandes actores como McConaughey, Anne Hathaway y Diane Lane, y sin embargo ninguna es buena. Así como el film no parece saber a qué género pertenece, los actores no saben por qué están actuando en él. Forzadas, exageradas, en ningún momento parecen creíbles y mucho menos emocionantes. En cuanto a la fotografía, es inentendible qué criterio tuvieron, los movimientos de la cámara marean pero nunca suman nada, de hecho restan porque distraen de lo que está sucediendo.
Lo peor se da en el tercer acto, cuando una revelación cambia la historia pero directamente modifica el género de una película que desde un principio no sabe qué es. Falla en todos los aspectos, incluso en el de ser entretenida, porque en más de una ocasión el espectador sentirá ganas de irse. Serenity es de esas producciones que sólo pueden verse un domingo a la tarde y si no hay nada más disponible. Podría decirse que es la primera película realmente mala de 2019.
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