Crítica de Roa

Es una historia ficticia basada en hechos reales sobre Juan Roa Sierra, el presunto asesino del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, político y abogado colombiano con altas probabilidades de ser electo presidente en 1950 gracias a un ferviente apoyo popular.

Roa, Andrés Baiz

Sabiendo que es un puntal clave en el panorama sociopolítico de su país, el director colombiano Andrés Baiz reconstruye en Roa la historia detrás de Juan Roa Sierra, presunto autor material del asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán, hombre destinado a cambiar la cara de un país en penumbras, destino que finalmente se cumple, pero no de la forma que él esperaba.

Trama de pelos engominados, trajes y zapatos lustrados, transcurre dentro de un escenario reproducido en forma pulcra que muestra a una Bogotá reluciente a finales de la década del \’40. El mencionado personaje principal es un hombre demasiado común pero con promesas de grandeza en su mente, fascinado por el Destino con mayúsculas: el hombre cree que su propósito en esta tierra es mayor, pero lo que le depara el futuro no es lo que él espera obtener. Durante muchos años el misterio de lo sucedido fue, es y seguirá siendo motivo de teorías conspirativas por parte de los historiadores, ya que no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que sucedió el 9 de Abril de 1948, cuando un crimen llamó al pueblo colombiano a las calles para tomar justicia por mano propia contra el asesinato del líder en el cual confiaban. El guión de Baiz junto a Patricia Castañeda elige recrear un posible escenario y, bajo el lema «Los perdedores también escriben la historia», sigue a Juan en su camino por dejar huella en este mundo.

Por desgracia, la mala fortuna del personaje principal y el pésimo tino del mismo a la hora de hacer sus elecciones no provocan que el espectador sienta lástima por él, sino furia al dejarse a sí mismo como un mero peón en la conspiración que se teje alrededor suyo para eliminar al político. ¿Podría haber hecho algo al respecto para cambiar su situación? Totalmente, pero no es la gracia de la película más que presentar a un personaje exasperante y sumamente minúsculo. La película comienza con una escena para luego situarnos unas semanas antes de la misma y así poder empezar a explicar el por qué del comportamiento extraño del protagonista. Durante todo este tramo es cuando Roa es una gran meseta narrativa que va armando poco y nada con sus personajes, hasta el último acto, donde el ambiente se caldea y da paso a un epílogo lleno de tensión, angustia y muerte, momento en el cual esta termina, dejándolo a uno con una sensación de desasosiego pasmoso, a la vez que unas fuertes ganas de saber cómo continúa la acción.

La actuación de Mauricio Puentes como Roa destaca por su solidez en la forma de un hombre ignoto, con chispa en su mirada pero invisible para otros que no sea de su seno familiar, igual que la aceptable transformación de Santiago Rodriguez como Gaitán. El nombre de Catalina Sandino -nominada al Oscar hace unos años por Maria, llena eres de gracia– convoca la atención, pero se ve relegada al papel de la mujer del hombre central, donde aporta sencillamente nada. El peso y la potencia del avance lo tienen Puentes y Rodriguez, con un plus con la amable aparición del argentino Alberto Fernández de Rosa, no obstante ni ellos pueden subsanar una trama demasiado lineal, con un protagónico principal irritante.

5 puntos

 

 

 

 

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