Una ciudad de Estados Unidos despierta a la vista surrealista de paracaidistas norcoreanos que caen desde el cielo. Decididos a defenderse, un grupo de jóvenes patriotas buscan refugio en los bosques de los alrededores, para entrenarse y reorganizarse como un grupo guerrillero de combatientes.
Aunque a nuestro país llega considerablemente tarde con respecto a su estreno en Estados Unidos, la remake de Red Dawn casi pudo haber sido considerada una de las películas perdidas del joven australiano Chris Hemsworth -la otra fue la excelente Cabin in the Woods, ambas filmadas allá lejos por 2009 antes de la crisis de la productora MGM-. Por desgracia, el carisma del joven sólo funcionó para bien en ésta última, ya que el film de acción bélico resulta un pastiche de a momentos adecuado y de a otros vergonzoso en su conducción, que no deja bien en claro para qué lado salen los tiros (ejem) aunque cuando está enfocada, resulta un mero entretenimiento pasable.
El conocimiento del director debutante Dan Bradley -director de segunda unidad y, más importante, coordinador de dobles de riesgo- hacen de Amenaza Roja una película dual, un arma de doble filo, muy entretenida cuando hay escenas de acción -las suficientes, bien logradas-, insufrible cuando hay que soportar los tiempos muertos entre el grupo de protagonistas, la gran mayoría unidimensionales y rellenando el casillero correspondiente. Los hermanos que no se hablan, las novias, el vecino negro, los latinos… Llegado cierto punto es insultante el tratamiento narrativo de Carl Ellsworth y Jeremy Passmore pero ¿qué más se puede esperar si en la secuencia inicial vemos cómo se despliega en pleno cielo americano un sinfín de paracaidistas norcoreanos?
Quizás es demasiado pedir que se rellenen los huecos argumentales -¿dónde está la ayuda militar de todo el país? ¿Qué está pasando de costa a costa? ¿Por qué es importante la ciudad de los protagonistas?- o que se le pida una digna actuación a Josh Peck, cuyas acciones y respuestas son paupérrimas y nada creíbles. La caballería llega en forma del solvente Hemsworth, ayudado un poco por la joven estrella Josh Hutcherson y en el tercer acto por un sorpresivo Jeffrey Dean Morgan, cuya aparición aviva el fuelle que iba perdiendo la trama. No niego que los norteamericanos tienen el pecho enchido de orgullo por su país, algo que no se puede decir de muchos ciudadanos de otros países -el nuestro, inclusive- pero el tono patriótico no está tan exacerbado como en otros films del estilo, si exceptuamos la bandera flameante en la toma final de la película.
Red Dawn es entretenida, se pasa rápidamente, pero está tan apuntada a los jóvenes jugadores de videojuegos que da pena. Que no se la haya pensado mejor es una lástima y un desperdicio de talento joven, pero mínimamente cumple lo que promete y eso es una lucha de malos tontos y buenos ágiles de mente. Buscarle más vueltas es inútil.
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