Tres parejas con sus hijos. Un fin de semana largo en el campo. El reencuentro entre amigos, el disfrute y las risas son el punto de partida de una convivencia en la que pronto aparecerán antiguos conflictos, secretos ocultos y cruces inesperados.
Recreo es un título claro. Tres familias de amigos, diferenciadas por los momentos de sus vidas que transitan y cada uno bien identificado, se disponen a disfrutar de un fin de semana largo en el campo, algo alejados del trabajo y las tribulaciones cotidianas. En apariencia, claro, porque todas las cuestiones que los aquejan en su vida diaria están ahí presentes o a la vuelta de la esquina. Es un intervalo entre medio de sus obligaciones habituales, sino podría llamarse Vacaciones, un breve descanso para liberar tensiones y contemplar sus realidades individuales. Parar la pelota y mirar hacia atrás, a los costados y, especialmente, hacia adelante, contrastando con los puntos de vista que los otros cinco compañeros pueden ofrecer.
Hernán Guerschuny (El Crítico, Una noche de amor) y Jazmín Stuart (Desmadre, Pistas para volver a Casa) co-dirigieron y co-escribieron esta comedia coral, una para la que se puede encontrar compañeras de espíritu en el cine francés e italiano, en la que tienen el buen tino de perfilar a cada uno de los seis protagonistas, como individuos y según el rol que desempeñan en sus respectivas parejas. Están los anfitriones con el hijo adolescente, cuya vida aburguesada y liberal se descascara y desmorona en cuanto aparecen signos de conflictos no tratados. Están los padres primerizos, a quienes el ingreso en una nueva etapa de sus vidas los ha llevado a una espiral en la que ella se siente ahogada mientras que la ansiedad de él va en aumento. Y está la pareja más joven, los novios de la infancia, que deben lidiar con el terremoto que son sus pequeños trillizos y con la vuelta de sentimientos y conflictos aletargados en relación a sus amigos. Receta explosiva que se cuece a fuego lento y con absoluta naturalidad.
Hay una gran química entre Carla Peterson, Fernán Mirás, Pilar Gamboa, Martín Slipak, Juan Minujin y la propia Stuart, lo cual fomenta este desarrollo orgánico de la acción. Comen, beben mucho, disfrutan de la pileta y de las comodidades del campo, con charlas que inocentemente los llevan a poner en duda sus realidades. El mantener la chispa encendida en el sexo, las dificultades de la paternidad o el desgaste en la pareja son tópicos que los seis abordan en forma honesta y espontánea, que los interpelan y los obligan a examinar sus propias crisis de la mediana edad. Es un relato generacional con el que se conecta fuerte, más allá de que uno pueda no estar en el mismo momento de la vida que los personajes.
Muy sostenida en los diálogos, se luce en los momentos en que los seis interactúan, sea alrededor de la mesa en el marco de una incómoda discusión sobre sexo o en un baile grupal al ritmo de «The Safety Dance», después de que empezó a girar el porro y más alcohol. Se la siente libre y relajada, casual pero incisiva. Si bien coquetea con lugares comunes, aporta una bocanada de aire fresco necesaria para un género que no tiene tantos buenos exponentes.
Es otro cantar cuando se pone seria, cuando el descanso da pie a sonoros pedidos de ayuda que se perciben ajenos. Con un Agustín Bello Ghiorzi que hace un muy buen debut como un adolescente que requiere atención de sus padres, muy ensimismados en sus cosas, más allá de que la forma que los realizadores eligen para demostrarlo de cuenta de una perversidad insólita. Es entonces que la película expone una faceta aleccionadora que no se aprecia, reforzada por una de las escenas finales que se desarrolla cual si tuviera levantado un dedo acusador que juzga a sus personajes y los traiciona. Como si les dijera que está bien toda la exploración personal y el desenfreno al que se entregaron durante los últimos días, pero que ahora son padres y necesitan atender otras cuestiones. Después de todo, esto solo fue un recreo.
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