Beca es de esas chicas que prefiere escuchar lo que sale de sus auriculares a lo que puede decirle alguien. Al llegar a la universidad, no tiene cabida en ningún grupo hasta que se ve forzada a unirse a uno que jamás habría escogido, formado por chicas malas, chicas buenas y chicas raras que solo comparten una cosa: lo bien que suenan cuando están juntas.
Rancho Carne Bellas
Pitch Perfect tiene la misma premisa que Bring it On y no hay que ser ningún conocedor del tema para darse cuenta. Grandes similitudes se pueden encontrar a lo largo de su metraje, desde cuestiones básicas como el acercamiento a restringidas tribus universitarias y la dinámica de los personajes de Anna Kendrick y Brittany Snow con los de Eliza Dushku y Kirsten Dunst, hasta detalles como el diseño de las coreografías, la interacción con los excéntricos secundarios, el pase de antorcha generacional y la competencia contra el otro «diferente». Sin embargo, en este caso, compartir una fórmula no limita de ninguna manera a la primera ni la condena a ser una mera repetición.
El por qué Pitch Perfect es una de las mejores comedias del último tiempo y no una fallida secuela directo a DVD –Bring it On ya tuvo cuatro-, se debe a la gran cantidad de talento tanto delante –especialmente delante- como detrás de cámara. Jason Moore, quien debuta en la dirección luego de haber pasado años en Broadway, y Kay Cannon, productora y guionista de aquella genialidad que el tiempo extinguió llamada 30 Rock, son quienes dan el salto a la pantalla grande con esta adaptación de la novela de Mickey Rapkin, una crónica detallada, honesta y cómplice del mundo del canto a capella. Dinámica, ácida, totalmente creíble, con una banda sonora de lujo y marcadamente autoconsciente –«literalmente hemos estado aquí todo el tiempo» en boca de una de las chicas que prácticamente ni apareció es una línea perfecta-, tiene la fortaleza de tener en el elenco a un aceitado grupo de jóvenes que funciona bien en lo individual pero, como debe ser, lo hace aún mejor en conjunto.
Por ser los más extrovertidos, Rebel Wilson y Adam DeVine son quienes más se destacan, lo que no genera más que una demanda de mayor cantidad de interacciones entre ambos que lamentablemente no llegarán. Para duplas están muy bien Elizabeth Banks y John Michael Higgins –quien ya cantaba a capella en The Break-Up, película casualmente dirigida por el realizador de aquella de las porristas, Peyton Reed-, pero eso no significa que no puedan lucirse la ascendente Kendrick o Skylar Astin, que fue muy opacado por Miles Teller en 21 & Over. El grupo tiene el timing justo y prácticamente cada chiste funciona, cosa de que si hay algún miembro débil en la manada –la oriental que habla bajo y es medio psicópata se gasta rápido-, se lo refuerza con las voces de los acompañantes para lograr que todo suene bien. Ya se ha empezado a planificar una secuela y, de no tener a todos los involucrados delante de cámaras, probablemente tenga la misma suerte que las Bring it On que siguieron a la primera. Por lo pronto Pitch Perfect, igual que la original de aquella franquicia, tiene destino de culto.
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