Para poder salvar su moribundo hogar mágico, el hijo de Poseidón y sus amigos se embarcan en una búsqueda al Mar de los Monstruos para encontrar el mítico Vellocino de Oro, mientras intentan frenar a un antiguo mal que pretende conquistar el mundo una vez más.
Todavía recuerdo, por el verano de 2010, que me dispuse a ver la adaptación fílmica de la primera entrega de la saga fantástica de Rick Riordan con bastante entusiasmo. Habiendo leído el material fuente, la novela tenía una personalidad propia, extravagante, que mezclaba el mito de los Dioses griegos con la modernidad del día a día americano, en un combo entretenido y pasatista.
Siempre adhiero al plan de separar las diferencias entre el libro y la película, pero con Percy Jackson y el ladrón del rayo simplemente no pude, tal era el cambio abismal en la trama, que sólo se sostenía por un par de hilos argumentales. Este detalle no sé si habrá afectado a la taquilla, que aún así fue amable bordeando el caos, pero estoy seguro de que la base fanática de la saga -son cinco libros- se vio tocada de cerca por los estrafalarios cambios desde el guión.
Tres años después, y con Chris Columbus como mentor de turno -fue el director de la primera, pero se queda en tareas productoras de momento- finalmente ha llegado la secuela, Percy Jackson y el Mar de los Monstruos. Para muchos, una sorpresa teniendo en cuenta que la anterior fue una pequeña piedra causando pequeñas olas en la laguna que es el género de la aventura fantástica. Para otros, es esa secuela que llega de la nada y no sorprende, pero sigue la línea de entretenimiento amable que cumplió su predecesora. Atrás quedaron las grandes figuras en el elenco como Pierce Brosnan, Sean Bean, Uma Thurman, Catherine Keener, Steve Coogan y un largo etcétera. Aunque el presupuesto apenas haya sido acotado, el star system ha desaparecido y dejado como caras visibles a los jóvenes protagonistas, apoyados en las apariciones de Stanley Tucci y un cameo básicamente de Nathan Fillion.
Profecía mística de por medio, la aventura de Percy esta vez lo llevará a salvar a su hogar de un destino terrible, gracias a la intervención de un grupo de semidioses rebeldes que pretenden resucitar un poderoso ser arcaico, que desde hace siglos espera su venganza. El libreto de Marc Guggenheim puede decirse que le hace honor a la segunda novela de Riordan, con pequeños cambios aquí y allá pero con situaciones muy marcadas y un gran aire a videojuego en su introducción, nudo y desenlace, justo lo que se busca en una propuesta del estilo para adolescentes. El libro contaba con interesantes temas familiares, como superar la aparición abrupta de un medio hermano -para Percy, es el caso de un hermano cíclope-, temas que se tratan con liviandad en pos de una escena de acción frenética tras otra, aumentando el número de criaturas mágicas en pantalla para llenar la cuota de fantasía en pantalla. Quizás esto no interese a los jóvenes, pero los adultos acompañantes no tendrán asidero de una historia que olvidarán ni bien salgan de la sala.
Más allá de unos efectos decentes y un 3D que uno olvida al poco tiempo de estar en la sala, Percy Jackson y el Mar de los Monstruos se presta a ser digerida con bastante mejor sabor de boca de lo esperado, ofreciendo 106 minutos lo suficientemente entretenidos como para no arrepentirse de haber comprado la entrada.
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