Crítica de Pendeja, Payasa y Gorda

Natalia López contrata a dos mujeres para que busquen un cuerpo que contiene los riñones que le salvarían la vida a su hermano. Todo sale mal en esta comedia ultraviolenta.

Dentro de la cartelera local, los productos nacionales abundan en los circuitos no comerciales. Son esas películas a las que poca gente tiene en cuenta, con difusión casi a pulmón y si duran más de dos semanas en cartel es un logro absoluto. Ya no es culpa solamente de los tanques que provienen de afuera, sino de la amplia oferta que se superpone una y otra vez, usualmente siguiendo los mismos lineamientos aburridos de manual. Lo que hace que Pendeja, Payasa y Gorda, el segundo largometraje de Matías Szulanski, se destaque por encima de la media. En un ambiente árido y rebosante de propuestas similares, esta comedia bizarra se lleva las palmas por la osadía con la que cuenta su macabra y divertida historia.

Quizás piensen que el título se refiere a una sola persona, pero en verdad son tres. La Pendeja (Ana Devin) es, claro, una joven intrépida, curiosa y temeraria, mientras que la Payasa (Flor Benítez) es una madre de tres hijos que reparte su tiempo entre trabajos tan diversos como stripper de salón, animadora de fiestas infantiles y el motivo que las une: conseguir un par de riñones para el moribundo hermano de la Gorda (Mirta Wons) y así reconciliar su distanciada relación. Desde los primeros minutos se sabe que dicho plan no saldrá para nada bien y con el correr del tiempo la película irá develando los motivos por los cuales este atraco criminal no resulta como ellas lo planean.

Comenzando de manera brutal y terminando igual, Pendeja… le debe muchísimo al cine de Quentin Tarantino. Szulanski lo sabe y hasta homenajea en la manera en la que filma, escribe y edita. El ejemplo argentino más cercano que tenemos es el de Nicanor Loreti y su Diablo, o su reciente Kryptonita, donde el cine de género se ve reconfigurado con sabor local para obtener resultados magistrales. La trama cuenta con escenas bestiales, algunas por demás hilarantes, y los diálogos acompañan en cada segundo la locura que propone el director. El marco narrativo no es lineal y es tarea extra del espectador unir el macabro rompecabezas que les espera en los tímidos 75 minutos de insanía fílmica. No hay una protagonista absoluta, todas tienen su espacio de gloria, pero si hay que destacar a alguien es a la Gorda de Mirta Wons, que junto a la Hernández de Claudia Schijman tiene la mejor escena, algo que ocurre a minutos de comenzada la película. No quita que en el camino Devin y Benítez acumulen momentos histéricos, manejándose a través de la ciudad como si fuesen las dueñas de la calle.

Pendeja, Payasa y Gorda es cine pulp en su máxima expresión, que demuestra una vez mas que saliendo de la zona de confort se pueden lograr pequeñas gemas, ahí donde el resto no arriesga.

estrella35

 

 

 

 

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