Tessa Thompson y Ruth Negga protagonizan el debut como directora de Rebecca Hall.
¿De que va? Sigue al inesperado reencuentro de dos amigos de la escuela secundaria, cuyo renovado conocimiento enciende una obsesión mutua que amenaza las dos realidades cuidadosamente construidas.
Passing es una de esas películas que se estrenan en festivales y comienzan los comentarios de boca en boca, imposibles de soslayar, elevando el producto hasta el momento de su estreno. Lanzamiento bien posicionado, tardío, para encajar justo en la temporada de premios. Jugada que la mayoría de las veces sale bien y reúne varias nominaciones, olvidando a veces el material y el mensaje que prima en el largometraje. Tanto bombo y platillo termina por herir la ópera prima de la actriz Rebecca Hall (The Town, Iron Man 3), un debut promisorio pero que con el paso de los días pierde su encanto.
Rebecca hizo bien los deberes, porque Passing es todo lo que la platea exige en un proyecto de calidad premiable: una historia donde se entremezcla raza, género y estatus social, una fabulosa fotografía en blanco y negro que articula la dicotomía racial de su mensaje, y dos protagónicos explosivos en cuyos hombros recae el peso dramático de toda la película. Hablando mal y pronto, Tessa Thompson y Ruth Negga se devoran el film y a ellas mismas como amigas de la adolescencia reunidas por la casualidad. Su encuentro ocurre mientras una intenta «pasar» por blanca durante un día, en una actitud meramente circunstancial, mientras que la otra ha convertido ese «pasaje» en un estilo de vida y ha formado una familia, a sabiendas de los riesgos que conlleva una peligrosa actividad como la suya en los tiempos que corren. La fotografía en blanco y negro refuerza esta dualidad, quizás no de la manera menos burda posible, pero cumple ese cometido de desconcertar al espectador tanto como lo hacen sus protagonistas con la gente a su alrededor.
Este encuentro fortuito abre las puertas de diferentes hogares y las amigas reconectan mediante aquello que no tienen, o lo que tienen miedo de buscar y ansían por no soltar el estilo de vida elegido. Hay tensión y tensión sexual a raudales entre los personajes, especialmente las amigas que se sacan chispas con cada interacción, con una Thompson camaleónica que puede pasar de ser una valquiria de Marvel a una ama de casa ensimismada con una sedosidad pasmosa, mientras que Negga penetra en tu alma desde el primer momento que clava sus hipnóticos ojos en su amiga perdida.
No voy a decir que Passing es aburrida porque no lo es, ni tampoco voy a exigir que le falta intensidad porque para eso se encuentra la escena final, un desenlace un tanto obvio pero no por falta de aviso: es el necesario decantar de las acciones que se vienen cociendo desde el inicio, pero no por ello es menos shockeante. Quizás diría que le falta un elemento catártico, un mensaje final que me haga rememorar y volver a la película una y otra vez, pero no me sucedió. Entiendo la suma de todos los factores y aplaudo a Rebecca por salirse de la horma y debutar con un proyecto que no se esperaría de ella, pero no me siento ni aleccionado ni que aprendí una valiosa enseñanza moral, como algo que te queda resonando en la mente después de verla. Simplemente, es un pantallazo a una desafortunada costumbre adoptada por una minoría en pos de encajar en una sociedad cruel, con actuaciones estelares, que cosechará nominaciones y premios, sin duda, y ahí quedará su trayecto.
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