Se trata de un drama épico de época que se centrará en Roberto I Bruce (Robert the Bruce), el rey que llevó a Escocia a la libertad.
No hay manera de que la sombra de Braveheart no se note mientras uno se dedica a ver Outlaw King, la más reciente película de David Mackenzie (Hell or High Water). Históricamente hablando, el periplo de Robert the Bruce por liberar al pueblo escocés del yugo inglés es un suceso posterior a la rebeldía de William Wallace, que consagró a Mel Gibson, pero ambos proyectos se diferencian por su enfoque. Mientras que Braveheart demuestra toda la osadía de un buen blockbuster épico hollywoodense, Outlaw King permanece del lado de las batallas medievales y la lección de historia de manera solapada, sin grandes aspavientos ni excedente en grandilocuencia.
Cuando se estrenó hace escasos dos meses en el Festival Internacional de Toronto, la película contaba con 137 minutos de metraje, los cuales fueron criticados por especialistas y público por igual al resultar densos y carentes de emoción. Mackenzie puso manos a la obra y entre dicha premiere y el estreno en la plataforma Netflix, recortó alrededor de 20 minutos para solidificar la historia de Robert y sus rebeldes. El ritmo fluye de una escena a otra y tiene todos los condimentos esperables en una épica medieval: alianzas, traiciones, violencia y algún que otro atisbo de exploración de personajes. No sabemos hasta qué punto esos minutos faltantes condicionan la construcción de los protagonistas, pero hay contadas ocasiones en las que el guion deja varios cabos sueltos que el espectador debe hacer memoria para atarlos, bajo pena de quedarse perdido y solamente disfrutar de las escenas de acción, que no escatiman violencia ni sangre cuando se lo requiere. En ciertos pasajes, el guion del propio Mackenzie junto a Bathsheba Doran, James MacInnes, Mark Bomback y David Harrower deja demasiado en evidencia que los buenos son muy buenos, y los malos muy malos, con lo cual se vuelve una visión muy simplista del evento histórico que definió a Escocia e Inglaterra por igual.
Por suerte, Chris Pine sale más que airoso con su interpretación adusta del rey legítimo del título traducido, una caracterización que no le valdrá una lluvia de premios pero que sí le da más crédito a su versatilidad como actor, aparte de dejarlo absolutamente todo para ponerse en la piel del rey escocés (incluido su comentado desnudo frontal, que son en definitiva contados fotogramas que la verdad no agregan mucho a la trama). El indomable Aaron Taylor-Johnson sigue aceptando papeles que lo pintan como un desequilibrado mental, acá interpretando con locura a James Douglas, otro escocés queriendo recuperar el honor y las tierras de su gente con tanto arrojo que para el punto en que culmina el film está irreconocible. La joven Florence Pugh, que brilló en la película Lady Macbeth, acá sigue siendo un derroche de carisma para un papel que le quedó chico, teniendo una escena destacable casi al principio del film y luego siendo víctima de la cruel edición que la deja como la damisela en apuros de turno, sin mucho más que hacer.
Si bien el guion ofrece un claro ejemplo de muchos cocineros estropean el caldo, Mackenzie entrega una clase de dirección primero con un plano secuencia con el que comienza la película, que promete más de lo que cumple en el resto del metraje, y luego con selectas escaramuzas entre batallones para culminar con ese final apoteósico que por desgracia nunca veremos en pantalla grande, porque era digno de verse (y sufrirse) en un cine. Es en esos crueles momentos que Outlaw King finalmente se deshace del recuerdo ya legendario de Braveheart y se vuelve una entidad propia. Es una de las mayores apuestas que ha hecho Netflix en años, una épica que le ha costado sus buenos dólares y que no tendrá mayor repercusión de cara a las próximas entregas de premios. Por un lado, es un tipo de cine que ya casi está en vías de extinción, y está fabuloso que Mackenzie y compañía lo hayan resucitado. Por el otro, es un género muy de nicho, que no cuenta de manera novedosa un capítulo de la historia de la humanidad que no se haya contado de la misma manera antes, y mejor.
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