Por Adrián Vensuar.
El agua purifica todo.
Darren Aronofsky, luego de tres grandes films -entre ellos The Wrestler, uno de mis favoritos-, regresa a la escena mundial con una producción que intenta (indirectamente) enrolarse en la olvidada corriente del cine épico-bíblico que tantos dividendos le dio a la industria en la década del \’60. Hablamos de esos grandes trabajos de suntuoso presupuesto que narraban historias de la antigüedad, en la que se reflejaban relatos que se encontraban en las Sagradas Escrituras.
El desafío fue asumido por el director quien, tras adentrarse en los textos de La Biblia, escribió un guión que respeta bastante la historia que todos conocemos aunque elige focalizarse en una cuestión ecologista, naturista, muy consonante con los tiempos que corren. La trama se toma varias licencias, naturales y esperables, para narrar el episodio de Noé (Russell Crowe), quien recibe la señal divina de que está destinado a cumplir un designio de Dios de alto impacto sobre un universo arrasado.
El linaje de Caín domina el mundo y lo ha agotado de recursos, no hay tierras fértiles, todo es roca, las poblaciones sufren hambres y la violencia reina. En ese duro contexto, Noé comienza su viaje, primero para encontrar respuestas (buscará a Matusalén, interpretado por Anthony Hopkins) y luego para descifrar el pedido y la tarea que el Creador le dio.
Ya saben, construir un arca, recibir en ella a todos los animales para garantizar su supervivencia frente al diluvio que se vendrá y prepararse para ser los únicos sobrevivientes de un exterminio a gran escala.
La película es correcta, bastante lineal, muy aggiornada a nuestro presente -miren las ropas que los personajes usan, por ejemplo, y presten atención a Noé, a quien se lo muestra incluso como vegetariano- y está bien llevada por el elenco. Dentro de la primera línea, Crowe, Jennifer Connelly y Emma Watson -quien trae un interesante conflicto entre la fe y la familia que no aparece en los textos religiosos- se lucen y transmiten con convicción sus roles. Hay una serie de sub-tramas que no aportan demasiado -el tema de Cam, sin ir más lejos- y toda la magnificencia visual vía CGI que te puedas imaginar para los momentos de quiebre de la historia.
Probablemente no sea un trabajo redondo, ya que es demasiado extenso y al todos conocer a fondo la historia, el interés decae promediando la mitad. Sí es, en cierta manera, controversial. La crítica americana la recibió, igual que el público, con mucho entusiasmo. En lo personal, creo que es una buena idea pensar en que «Noé» sea el punto de partida de un resurgimiento de este tipo de cine. Aronofsky arriesgó con esta propuesta y hay que aceptarle su apuesta. Cumple, propone una nueva mirada sobre un tema clásico y entretiene (mientras desliza una bajada de línea pro-cuidado del medio ambiente). Está bien y afortunadamente no la tapó el agua. Se ve que el arca estaba bien construida para resistir cualquier tormenta, ¿no?.
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