¿De qué va? Antes de su sentencia a muerte el famoso asesino serial Ted Bundy, aceptó revelar los detalles de sus crímenes al analista del FBI Bill Hagmaier, con quien construyo una complicada relación.
Nuestra cultura popular tiene una extraña afición por los villanos, incluyendo los asesinos seriales. Las historias sobre estos son un tema recurrente en cientos de podcast, libros, películas y series, algunos de mejor calidad que otros. Sin embargo, uno de los más explotados es el norteamericano Ted Bundy, cuyos crímenes tuvieron lugar en Estados Unidos en la década de 1970 y posiblemente antes. Existen más de una docena de películas, series y documentales de este asesino, la mayoría fácilmente olvidables y más sensacionalistas que cualquier cosa, -no olvidemos la nefasta elección de Zac Efron para representar a Bundy en 2019-. Entre tanto material ¿era realmente necesaria otra película de Ted Bundy? ¿Aportó algo nuevo esta cinta a la narrativa de este asesino? Antes de contarles mis conclusiones, vayamos por partes.
A finales de agosto del 2021 se estrenó la película No Man of God, dirigida por Amber Sealy y escrita por C. Robert Cargill (Sinister, Doctor Strange). La película está basada en transcripciones de la vida real seleccionadas de las conversaciones que sucedieron en 1984 y 1989 entre Bundy -interpretado de manera maravillosa y escalofriante por Luke Kirby– y el analista del FBI Bill Hagmaier (Elijah Wood). Es decir que esta película no sigue los asesinatos de Bundy ni como lo atraparon, nos cuenta una parte de su historia cuando este ya se encuentra encarcelado. En una entrevista a Sealy, afirmó que una de las principales razones por las que decidió aceptar este proyecto fue por el agente del FBI, a quien conoció en la serie de Netflix Mindhunter. Y siendo sinceros si les gustó la serie, seguramente disfrutaran de esta cinta, ya que se siente como si se tratara de un capítulo extendido de esta. A lo largo de la película acompañamos a Bill en sus encuentros con Bundy, tratando de ganar su confianza para que revele sus crímenes, pero también, supuestamente, para entenderlo.
La película en general es entretenida, y mantiene el misterio y la tensión en la mayor parte, cuando la película empieza a perder fuerza y dirección, llega el tercer acto con contundencia en el momento preciso para enganchar otra vez al espectador y retomar su curso. Tiene maravillosas actuaciones de los protagonistas, sobre todo de Kirby quien brilla, -en tal vez una de las mejores actuaciones de su carrera-, encontrando el equilibrio perfecto de encanto y amenaza que impulsó a Bundy. Es importante rescatar a Sealey, quien lo enmarca de manera interesante, a menudo colocándole directamente a la derecha del encuadre, haciéndolo sentir más agresivo incluso en una conversación normalmente modulada, creando una sensación de amenaza, pero también al final de la película mostrándonoslo patético y desesperado.
Mientras conocemos al Bundy de Kirby, la cinta y sus protagonistas consiguen hacernos cuestionarnos sobre la agobiante posibilidad de que cualquier persona puede ser un asesino, como empezaba a intuir la psicología y el FBI en aquella época, pero que ya habían mencionado diversos filósofos décadas atrás. Así tal vez una de las escenas más emocionantes y tensas de la cinta es la última conversación entre los protagonistas donde Sealey emplea cortes transversales que llaman la conexión entre ellos, sumergiéndonos en la profundidad, haciéndonos dudar de la inocencia de Bill, por más absurdo que esto sea.
Debo rescatar también que uno de mis elementos favoritos de la película es el enmarcamiento de las mujeres: mujeres sin nombre que se cruzan a los protagonistas, que la cámara enfoca como si en cualquier momento fueran a entrar en escena, de alguna forma recordándonos que detrás de todo esto las protagonistas silenciosas son ellas, las victimas que dejó Bundy. Porque más allá de cualquier interés filosófico, psicológico o mórbido por entender los crímenes de este asesino no debemos olvidarlas. Así Sealy las presenta, sin ser revictimizante, como una voz silenciosa presente, pendiente, observando, temiendo, escuchando.
Ahora, es importante reconocer que la película está lejos de ser perfecta. En términos de edición, la directora incluye en varios momentos de la cinta, de manera abrupta e innecesaria un montaje de imágenes oscuras y realistas que nada tienen que ver y sobran por completo, que desconectan al espectador y le quitan seriedad a la película. Y más importante aún, respondiendo honestamente a las primeras preguntas: ¿esta película nos acerca a conocer a Bundy? ¿aporta algo adicional a lo que ya conocemos? Y tristemente la respuesta es no. Además de algunas reflexiones de Bundy sobre la maldad, no existe escena alguna de reflexión de Bill sobre el perfil del asesino. A pesar de las intenciones de Sealy por hacer una película distinta sobre el perfil psicológico de Bundy, «No Man of God» resulta siendo otro proyecto, -aunque de mejor calidad-, que se apoya demasiado en la mitología de Bundy sin agregar sustento importante al catálogo más allá de un fuerte giro actoral central, y que se queda en lo básico de la discusión sobre la maldad y los actos violentos que cometemos los humanos.
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