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El cine de género latinoamericano crece en calidad, creatividad y en la manera de contar historias. Esta semana el ejemplo claro es No Dormirás, coproducción argentina-española donde el director uruguayo Gustavo Hernández (La Casa Muda) nos pasea por un film onírico y claustrofóbico que envuelve el suspenso, la locura y las posesiones bajo el insomnio como concepto principal.

Con la miniserie uruguaya Adicciones -escrita, producida y dirigida por Hernández-, este realizador profundizó distintos tópicos que atraviesan a las personas: el sexo, la religión, las drogas y demás. Algo parecido hace ahora con No Dormirás: adentrarse en el lado más oscuro y aterrador de la falta de sueño. Con un guión más que interesante, vamos atravesando el derrumbe psicológico de los personajes hasta el punto donde se comienza a abrazar lo sobrenatural, generando por momentos un limbo donde diferenciar los mundos del sueño y lo real se nubla por completo. Una historia que construye bien la forma de caracterizar a sus personajes, pero que quizás peca en un final que deja un poco que desear, más allá de que eso no termine de limitar todos los logros que tiene la película.

Están más que bien las actuaciones brindadas por el pequeño pero profesional reparto. Sobre todo, teniendo en cuenta toda la carga desoladora y el roce con la locura que necesitaban los personajes construidos para este largometraje. Eva de Dominici logra desarrollar muy bien a su Bianca, una joven actriz que decide someterse a sus propios miedos y a más de 80 horas sin dormir para ganar el protagónico de una obra de teatro que pretende realizar la extravagante, retorcida y perturbadora dramaturga Alma Böhm, interpretada de manera excelente por la española Belén Rueda. Ambos personajes, en su relación maestra-aprendiz, recorren aspectos macabros, violentos e incómodos, que pueden llegar a helar la sangre. Mención especial para una brillante Eugenia Tobal encarnando a una sombría actriz que envuelve muchas incógnitas por dentro. El resto del grupo de actores se cierra con otra española, Natalia de la Molina, como Cecilia -una amiga y a la vez una competencia por el papel central- y a Juan Guilera como el extraño hijo de Alma. Germán Palacios y María Zabay van cerrando el elenco con papeles secundarios que influyen en aspectos muy limitados dentro de la historia.

El gran valor agregado de la película es que, dentro de esta historia, también se nos habla sobre el traspaso de los propios límites que muchas veces transitan los artistas, para llegar a dar lo mejor de sí mismos. Un «sacrificio al arte», en palabras del realizador. Y es ahí donde el reparto deja en claro su gran labor para sacarle lo mejor al film, desde todos sus aspectos. Porque, al fin y al cabo, son actores actuando de actores, por lo que permiten que seamos testigos de una visión abrumadora y escalofriante de lo que conllevan las personificaciones de otros personajes. Salvaguardando distancias, estos aspectos hacen que muchos conceptos e ideas puedan compararse con algunos trabajos de Darren Aronofsky (Black Swan, mother!), donde visibiliza el miedo en relación a obsesiones y sentimientos terrenales de los humanos.

Sin ser menos importante, es para destacar el trabajo en fotografía. Por un lado, permite ser un gran reflejo del vacío, la oscuridad y la desolación de un manicomio abandonado y todo lo que ocurre dentro para los personajes. Por otro, transita una estética propia de los años ’80, época dónde se ubica la historia. Dejando cada vez mejor parado al terror latinoamericano, No Dormirás transita la locura, la soledad y el terror con aspectos muy llamativos, por lo que vale ser vista al menos una vez en la vida. Eso sí: procuren dormir después de verla.

 

 

 

 

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