Crítica de Molly’s Game / Apuesta Maestra

Es la historia real de Molly Bloom, una hermosa joven esquiadora de categoría olímpica, que condujo el juego de póker de altas apuestas más exclusivo del mundo a lo largo de una década.

Aaron Sorkin hace su debut como director con un guión propio, adaptado del libro autobiográfico de Molly Bloom -la proclamada «Reina del Póquer»-, quien llegó a amasar fama y fortuna al fundar su propia compañía organizadora de partidas. Molly’s Game retrata el ascenso y caída de una mujer que logró sobreponerse y hacer valer su persona dentro de un mundo dominado por el hombre, no sin ciertos sacrificios y avatares, tal como deja bien en claro el guión de Sorkin.

Deportes, rebeldía, póquer, dinero, drogas y polémicas son los mojones de los cuales se ancla la dirección para construir un ritmo frenético y un montaje alborotado, que se amasan en contados momentos durante los 140 minutos de film. El estilo que Sorkin le confiere son calcados de su sello como escritor, y esto quizás no sea lo mejor dentro de una historia con innumerables situaciones y donde circula tanta información de índole financiera y relacionada al juego de cartas -siempre y cuando uno no esté familiarizado con la misma-.

Por otro lado, dentro de la experiencia de Sorkin en el campo de la pluma, hay que reconocerle un excelente trabajo adaptando una historia compleja y agitada, que toma mucho aire con las alteraciones temporales -las idas y vueltas de presente a pasado-; la significación de la vida íntima de Molly, quizás no del todo bien dirigida; y la focalización narrativa que juega en pequeños momentos con la conciencia del espectador.

En cuanto a la vertiginosidad audiovisual que utiliza el realizador, detenta en efecto con el entendimiento de ciertos detalles de la historia referidos a lo judicial que, desde otro punto de vista, caracteriza perfectamente al personaje de Molly, ya que todo lo narrado es desde su voz en off. Sorkin logra bajar esta aceleración justo al final, disminuir la tensión, y entregar una resolución melodramática, un poco desarticulada con el tono general.

Debe destacarse el trabajo de Jessica Chastain, por momentos muy distinta en lo físico a lo que acostumbra, que pone todo su talento a disposición para dar vida a una Molly que, aún golpeada, no pretende dejar sus valores ni quebrarse ante las dificultades que se le ponen en frente. Idris Elba cumple un correcto trabajo, adornado con momentos de potencia y emoción. Ambos bajo una floja dirección de actores del realizador, que delata su inexperiencia.

Para el espectador, el lado oscuro del póquer en ningún momento mancha el nombre de Molly. Este se hace por medios propios; sus acciones del presente, son sus sacrificios del pasado. Molly’s Game parece la vuelta del héroe yankee que supera todos los sufrimientos, que se entrega a la desdicha, pero que irremediablemente siempre encontrará una luz inesperada al final del túnel. Sin ser una mujer de ética intachable, extrañamente Molly nos cae bien a todos.

 

 

 

 

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Matías Carballa

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