Crítica de Miragem

Paulo trabaja como taxista en las calles de Río de Janeiro mientras intenta sobrevivir en medio de problemas personales y una crisis social.

Esta semana Cine.ar eligió para sus estrenos una película con fuerte impronta brasileña. Una coproducción argentina que se mete de lleno en el drama real que vive cualquier trabajador en medio de una sociedad violenta al borde de la crisis. Aunque con una gran actuación y una ejemplar dirección de cámara en espacios reducidos, los aspectos más cotidianos de Miragem son los que la colocan en un aburrimiento casi inevitable.

La historia sigue a Paulo, un hombre recientemente divorciado de su esposa y separado de su hijo de 10 años. En el desempleo y la soledad, se reinventa como conductor de un taxi, donde no solo se encontrará con el fugaz viaje de pasajeros desconocidos, sino que también se topará con Karina, una enfermera con quien halla compañía. 

Miragem es, por sobre todas las cosas, el retrato de un taxista que se enfrenta a la situación del país y sus problemas personales. El filme es dirigido por el brasileño Eryk Rocha (Cinema Novo) y lejos de querer hacer un Taxi Driver hablado en portugués, vuelca su experiencia del género documental para retratar ese seguimiento cotidiano de una vida real. Pero así como le sirve para acentuar los aspectos más personales del protagonista, también incorpora incontables sucesos aburridos que quedan en la nada y, aunque actúan como una decoración de la sociedad, poco aportan a la historia de Paulo.

Afortunadamente es mucho más que todas las escenas en las que se estanca y se arma de una lista de aciertos que mejoran el recorrido. La cámara y la fotografía trabajan en conjunto, con un resultado clave para la estética de la película. Por un lado la buena dirección dentro de un espacio tan limitado como el que da un auto, fundamental plasmar la intimidad del protagonista así como los pequeños detalles y reacciones que tiene según como esté el mundo o quién viaje en los asientos de atrás. Por el otro, un trabajo de colores y luces artificiales mayoritariamente reflejados a través de un vidrio: carteles luminosos, semáforos y hasta el brillo de la pantalla de un celular. Juntos consiguen representar los aspectos más personales del día a día en la vida de un taxista.

Sin embargo, quien se merece el reconocimiento de llevar Miragem a destino es Fabricio Boliveira y su actuación estelar. En un rol mayormente solitario y callado, aprovecha esos espacios de viaje para abrir sus emociones con gestos y miradas. Por conseguir que su personaje se sienta tan real, a la par del seguimiento cotidiano, es que fácilmente se puede confundir el último trabajo de Rocha con otro documental.

Una película que tiene bien definida su historia y que no busca caer en las complicaciones de una narrativa rebuscada. La comprensión y manejo del espacio físico son suficientes para mostrar un relato íntimo y realista de una persona que tranquilamente existe y con la que podríamos encontrarnos todos los días. Si se dejan de lado los eventos cotidianos más aburridos, Miragem es un retrato perfecto de la vida de un hombre que busca reinventarse dentro de un taxi.

 

 

 

 

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Santiago Mallea

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