La carrera de Mark Wahlberg ha cambiado notablemente a lo largo de esta última década. Creo que el actor tocó fondo en el 2008 con las pobres The Happening y Max Payne, y empezó un proceso de reinvención en el 2010 con la gran The Other Guys, su primera reunión con Will Ferrell en la que demostró que tenía sentido del humor –el mismo año en que llegaría The Fighter, uno de sus mejores papeles-. Desde entonces, empezó a variar un poco con los proyectos que elige, entre comedias, comedias de acción y películas de acción pura, con algún que otro drama para estirar su rango. Ted, Pain and Gain, 2 Guns o Daddy’s Home son ejemplos de que al oriundo de Boston le hace bien la risa, no obstante el trabajador incansable no quiere restringirse a eso y todavía quiere esos papeles patrióticos y heroicos de años atrás, y en el último tiempo parece haber acotado su búsqueda en dos realizadores: Michael Bay, con su franquicia Transformers, y Peter Berg. Mile 22 es la cuarta película que encabeza a las órdenes del segundo –que lo ha llamado en forma consecutiva para sus últimos trabajos- y es un buen indicio de que esta colaboración poco fructífera debería tomarse un respiro.
El thriller de acción, con intenciones de lanzar una franquicia, presenta a Overwatch, una unidad ultrasecreta de la CIA que es la opción a la que se recurre cuando fallan las alternativas diplomática y militar. Suena a equipo de élite, más allá de que la historia los lleva a cometer groseros errores que demuestran que no son tan buenos como quieren hacer creer al público. James Silva es la cabeza de este grupo fantasma, de esos que tienen que firmar un acuerdo antes de cada misión de que si mueren en el cumplimiento del servicio, no trabajaban para Estados Unidos. El concepto es simple. Una fuerza de primera línea tiene que trasladar a un activo por 22 millas -35 kilómetros- y lograr que no lo maten. Con poca confianza en su planteo, el guión de la novelista Lea Carpenter y Graham Roland (Fringe, Jack Ryan) elige sobrecargarse con una trama de espionaje y operaciones encubiertas que la vuelven pesada y confusa, quitándole la contundencia que se prometía.
Mile 22 asume ciertos riesgos que son bienvenidos. No le teme a la sangre y el personaje de Wahlberg dista de ser el típico héroe de estampilla, más allá de que se pasaron de rosca al elaborarlo. Pragmático y corrosivo, conocemos su historia gracias a la severa exposición que se hace cual si se leyera un expediente detallado. El acercamiento con él es solo por su actitud prepotente, sus problemas de ira contenida y un deseo irrefrenable de querer demostrar constantemente que es el macho alfa. «Perdimos 10 minutos en venir a rescatarte», le grita a una compañera que casi muere y la platea estalla de risa, probablemente incrédula de que una línea así llegue al corte final. Pero es una frase que resume lo canallesco que es el protagonista.
Berg tenía los recursos a disposición como para hacer un thriller intenso y cargado de adrenalina, pero básicamente desaprovecha todos. Iko Uwais recibe alguna secuencia aislada como para demostrar su enorme capacidad como artista marcial, pero no termina de brillar gracias a esa edición frenética y de cortes rápidos, que anula coreografías en pos de un falso dinamismo. El mejor ejemplo de la incapacidad del director seguramente tiene que ver con la convocatoria de Ronda Rhousey. No se puede entender por qué se llama a una ex campeona de UFC reconocida globalmente y se utiliza al mínimo su destreza física, con un rol que podría haber llenado una completa desconocida. De hecho, quien hace un mayor despliegue es Lauren Cohan, que sale bastante bien parada en ese aspecto, más allá del estereotipo de madre divorciada que sufre a su ex pero no puede dejar de trabajar.
Mark Wahlberg es una presencia casi exclusiva en toda la película, al punto de que es quien explica el final. Hay que decir que este último sorprende en relación a lo que se podía llegar a esperar de un proyecto de estas características, sobre todo cuando se busca lanzar una serie. Pero no alcanza a compensar todo lo que se resolvió mal antes, con figuras como para ofrecer acción espectacular pero una ejecución que apenas si está a la altura de la media. Las herramientas estaban dadas para lograr una suerte de The Raid horizontal, pero se pierde en vueltas innecesarias de la guerra a distancia, la amenaza del terrorismo y un tablero de ajedrez global en el que las piezas no están claras.
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