Stevie, un chico de 13 años que vive en la Los Ángeles de los años '90, pasa el verano lidiando con los problemas de su vida doméstica y divirtiéndose con su nuevo grupo de amigos, que ha conocido en una tienda de skate.
Llegado un punto en la carrera de un actor de Hollywood, parece indiscutible el salto detrás de las cámaras. Con diferentes y variados resultados, en ciertos proyectos se nota la idea que los actores devenidos en directores quieren llevar a buen puerto. Sin ir más lejos, el año pasado tuvimos el debut de John Krasinski con la excelente A Quiet Place, y en este 2019 Brie Larson estrenó Unicorn Store, mientras que Olivia Wilde hará lo suyo cuando se estrene comercialmente su maravillosa Booksmart en cuestión de semanas. Pero quien ocupa la silla en esta ocasión es nada más y nada menos que Jonah Hill, quien desde que se destacó en Superbad ha forjado una carrera meteórica a lo largo de los años, tanto en comedia como en su costado más dramático. Con Mid90s, escrita y dirigida por él mismo, Hill construye un homenaje a su infancia, el crecer en la cálida y hostil Los Ángeles, mientras intenta acercarse constantemente al cine indie con trazos de Larry Clark y Harmony Korine. Sus intenciones tienen ese factor nostálgico que supura en cada fotograma, pero de haberla acompañado con una historia más sólida que la alejase de lo básico hubiese volado un poco más alto.
El gran protagonista es Sunny Suljic. Es su primer gran protagónico -si no contamos el estelar trabajo vocal que hizo en el gran juego God of War– y entra por la puerta grande interpretando a Stevie, este atribulado muchachito prácticamente ignorado en su hogar por una madre amorosa (Katherine Waterston) pero más interesada en sus conquistas emocionales, asediado violentamente por un hermano mayor (Lucas Hedges, en su enésimo papel de adolescente problemático) y sin un rumbo fijo. En los albores de su pubertad, Stevie busca un resquicio donde florecer y crearse una identidad propia. Su oasis es una tienda de skate, y como si no hubiese otro hobbie más noventoso que el skate en los ’90, se zambulle de lleno en ese mundo que lo lleva a propasarse con la ley y a bordear la línea de lo indebido con el alcohol y las drogas. A partir de ahí, la casi inexistente trama de Mid90s deambula entre el factor observacional de entender al grupo en su hábitat, y los desesperados intentos de Stevie de encajar a como de lugar y, finalmente, pertenecer.
Todas las piezas están en su lugar para la ópera prima de Jonah, quien basó las experiencias de Stevie en sus propias vivencias en las calles angelinas, y se nota. Hay una gran atención al detalle, desde la bochinchera banda de sonido profusa en rap callejero, las coreografiadas piruetas de los skaters, y el diseño de producción, que cumple con creces el sumergir al espectador en la época. También se despacha con un aspecto analógico de 16mm y al encuadre reducido, tan en boga en los noventa por el formato televisivo o en videoclips de la era MTV, para una inmersión completa en una de las mejores décadas que existen. Y si bien Hill se la pasa en grande reviviendo viejas épocas, las decisiones estilísticas prevalecen por sobre el arco narrativo, y al darse cuenta tarde de eso apura el costado dramático del acto final de una manera demasiado amateur.
Las marcas, las bandas, los pósters, las drogas, el alcohol y el sexo no pueden esconder el hecho de que estamos viendo constantemente a un grupo de no-actores (geniales, debemos decir) discutir y lanzarse expletivos los unos a los otros, moviéndose de escena en escena hasta que el giro dramático llegue. Hill firma el guion, pero la mitad del tiempo parece que la improvisación fue una constante en el set, y que realmente el actor se puso las pilas demasiado tarde para capturar la atención del espectador con esa trágica charla entre Stevie y Ray (Na-Kel Smith) que tiene una reverberación casi inmediata en la trama.
Tras terminar Mid90s, queda una sensación de haber pasado casi hora y media viendo MTV, pero la buena era del canal. La reconstrucción fidedigna de la infancia de Jonah Hill dio sus frutos, pero es la historia el cepo que no permite que la película pase a la posteridad mas allá de ser un claro exponente de cine independiente comercial promisorio. Hay futuro en la silla de director para Jonah, así que veremos qué más puede hacer en el futuro.
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