Crítica de Maze Runner: The Scorch Trials

Resolver el Laberinto se suponía que sería el fin. Thomas estaba seguro de que escapar significaría la libertad para él y el resto de los chicos del Área. Pero la Fase 2 acaba de empezar. No hay reglas. No hay ayuda. O lo logras o mueres. Los jóvenes tienen dos semanas para atravesar el Desierto, la sección más quemada del mundo.

Uno año después y acá estamos, con la flamante secuela de la interesante The Maze Runner, que continúa donde su precursora se detuvo, pero que pierde un poco de energía al cambiar de ambiente y de amenaza.

Lo que tanto beneficiaba a Maze Runner en comparación con The Scorch Trials era su intimismo y contención. Debido a su acotado presupuesto, había que ingeniárselas para sacrle provecho a todos los escenarios, y en ese sentido la película de Wes Ball sobresalía por la relación entre el grupo de muchachos encerrados y los diferentes niveles por donde se movían y exploraban dentro de ese gran y peligroso laberinto en el que estaban. La secuela juega mucho con ese espacio contenido, siendo que el primer acto tiene lugar en barracas subterráneas, para luego expandirse una vez que los jóvenes se den a la fuga.

Parecía que la trama de The Scorch Trials sería diferente a otras compañeras post-apocalípticas, pero en líneas generales cae en lugares ya visitados del subgénero. Hay cierta oscuridad y maneras siniestras de acercarse a las respuestas que encierra este mundo, pero todo el dinamismo y la adrenalina que Ball le insufla a las escenas de acción y persecución no subsanan que la historia se acerque demasiado a lo que ya vimos varias veces. Y eso es hasta que la película tropieza en el lugar más obvio, que tanto la había separado de otras sagas juveniles: el fatídico triángulo amoroso.

Dylan O\’Brien sigue cumpliendo como el protagonista aguerrido Thomas y a su lado Kaya Scodelario lo acompaña fervorosamente, pero la introducción de la Brenda de Rosa Salazar es bastante problemática y no aporta mucho a la dinámica que propone la película. Las nuevas caras del equipo –Aidan Gillen, Giancarlo Esposito y Alan Tudyk– apenas si suman lo suficiente a la trama, pero son actores secundarios muy solventes que son funcionales a la historia.

Como no podía ser de otra manera, The Scorch Trials termina con un final inesperado, dando lugar a la tercera y ¿última? entrega de la saga. Aún sin ser tan fresca como The Maze Runner, la falta de ideas se sobrellevan con buen suspenso y secuencias de acción.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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