Los dramas históricos sirven muchas veces para demostrar que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, las lecciones parecen nunca aprenderse, y seguimos repitiendo los errores que dejaron asentados las monarquías que nos precedieron. La fórmula parece no cambiar mucho, y por cada excelente e intrigante The Favourite tenemos una correcta Mary Queen of Scots, que sigue los preceptos del género respetando cada aspecto del mismo pero agregando variaciones para no sentirse del todo cansina y agobiante.
La película debut de Josie Rourke (directora artística del teatro Donmar Warehouse en Londres) y escrita por Beau Willimon (creador de la versión americana de House of Cards para Netflix) está basada en el libro Queen of Scots: The True Life of Mary Stuart, pero se enfoca en el conflicto entre las reinas María Estuardo de Escocia (Saoirse Ronan) y su prima, Isabel I de Inglaterra (Margot Robbie), luego de que la primera regresa de Francia tras la muerte de su marido el Rey Francisco II y amenaza con reclamar el trono de Inglaterra, destronando a su familiar en el camino. Las idas y vueltas entre una corte y otra, las intrigas palaciegas y los choques entre religiones católicas y protestantes no se hacen esperar, haciendo de la primera hora de la película un acumulamiento de nombres, fechas y lugares prácticamente imposibles de seguir sin esforzar la mente.
Es una de las grandes desventajas de Mary Queen of Scots el sentirse como una clase de historia no particularmente fascinante, más un castigo que una revisión a cierto punto en las vidas de las monarcas. El tránsito de un puñado ingente de personajes masculinos enfrente de las reinas es arduo debido a que apenas se puede distinguir a los personajes principales y sus intentos de sacar una cabeza de ventaja por sobre sus pares en ambas cortes. Para quienes no estamos acostumbrados a las rebeliones y abusos de poder cometidos en el siglo XVI, la historia redecorada por Willimon ofusca desde el comienzo y sólo afloja cuando se da permiso a las reinas a expresar sus emociones.
Después de todo, tanto María como Isabel no tenían ni treinta años y ya estaban comandando naciones enteras, por lo cual es un toque más que agradable el verlas interactuar con sus cortesanas hablando de tópicos juveniles, o expresando sus miedos y frustraciones con ellas. Humanizar a estos personajes que sólo conocemos de referencia es el punto en el cual las biografías flotan o se hunden, y en ese aspecto Rourke maneja casi en piloto automático a Ronan y Robbie, quienes pasan toda la película separadas por un mar geográfico y uno humano, pero cuando se reúnen en la única escena que comparten en pantalla -licencia histórica, ya que las reinas nunca se vieron en la vida real- las chispas entre las consagradas actrices no tardan en aparecer. Aunque ambas comparten cartelera con el título local, es Saoirse y la vida de María la que tiene el foco principal, mientras que la Isabel de Margot actúa más en carácter de secundaria, pero una que en otro año menos abarrotado en las premiaciones hubiese sido reconocida por la capacidad de la australiana de absorber toda la energía de un cuarto con su arrojada interpretación, para un papel que en el pasado han ocupado Cate Blanchett y Judi Dench (a veces hasta el mismo año, cuando ambas fueron nominadas al Oscar por el mismo papel en 1998).
Con la experiencia teatral acumulada durante años, Rourke sale airosa con una adaptación que brilla, por supuesto, en los aspectos técnicos (fue nominada al Oscar por su vestuario y su maquillaje) y tiene pequeños detalles para diferenciar a sus compañeras de subgénero, como el hecho de introducir varias razas entre la gente de ambas cortes (la misma directora mencionó en una entrevista que no aceptaría dirigir una película con un elenco completamente blanco), dando dicha decisión un sabor diferente a la biopic que no se siente completamente verídico en términos históricos, pero cuya corrección política se ajusta a los tiempos que corren. Incluso en momentos de acción, como la escaramuza que María tiene que sofocar al rebelarse su hermano bastardo contra ella, Rourke toma ventaja de su elenco y producción al no convertirse por un momento en una copia de Braveheart, cuando el tono del film no lo pide.
Mary Queen of Scots es una biografía que repite esquemas previamente visitados, pero cuya potencia actoral rescata del olvido. Provoca fastidio cuando comienza por la cantidad de datos arrojados a la platea, pero recupera la atención cuando la historia propone giros turbios en su trama, que reflejan tristemente lo que siempre significó ser mujer en un mundo dominado por hombres. Incluso siendo la persona con más poder de la sala, la masculinidad tóxica siempre se hará presente para acusar a la mujer de adúltera y traidora.
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