Mario tuvo todo para triunfar en la música, pero fracasó y hoy se gana la vida cantando canciones de Sandro en despedidas de solteras, casamientos y cumpleaños. En su última gira encontrará el éxito que no esperaba.
El cine nacional ya nos tiene acostumbrados a entregar pequeñas películas de producciones menores pero de gran calidad, en donde el género road movie se vuelve la forma por excelencia para retratar las relaciones entre personajes y su evolución, como Historias mínimas (2002) de Carlos Sorín o uno de los últimos clásicos contemporáneos, Cómo funcionan todas las cosas (2015) de Fernando Salem. Mario on tour, de Pablo Stigliani (Bolishopping), se suma a esa lista, para recorrer con calma y distensión el vínculo de un padre divorciado, ansioso por recuperar a su reticente hijo adolescente.
Mario es un hombre desempleado que rescata algunos pesos de distintos pequeños trabajos, como puede ser la prueba de productos alimenticios, pero su sueño es ser músico. Rememora sus años jóvenes en donde lideraba su propia banda como vocalista, aunque parte de su tiempo lo lleve a animar eventos como imitador de Sandro. Él es también un padre divorciado, su hijo vive con la madre y prácticamente no tienen relación. Elementos que a primera vista remiten inevitablemente a El último Elvis (2012), como así también marcan la simpleza de una premisa desarrollada con habilidad, a través de un guión caracterizado por diálogos que aportan de forma inteligente la información lo más acotada posible y sin necesidad de forzarla. Por otro lado, propone situaciones verosímiles, simples, propias de una road movie en donde lo importante no pasa por las acciones sino por los personajes.
Pablo Stigliano, junto con Javier Guevara como director de fotografía, realizan un plausible trabajo con la cámara a la hora de transmitir embotamiento en la atmósfera de un Mario que no logra ver la realidad de su situación. Mike Amigorena expresa de gran forma la tragedia de su personaje, así como un festivo excentricismo cuando debe subirse al escenario.
A pesar de contar con un gran número de adversidades que los personajes deben sobrellevar, Stigliano nunca deja de construir un ambiente más «plano», sin grandes momentos de extrema tensión o alegría. Gracias a esto es que la narración transcurre con total soltura y naturalidad, como si lo que ocurriera fuera algo tan cotidiano para la carretera. Mario on tour es un film que logra mucho con muy poco, demuestra no necesitar ni siquiera de grandes momentos para lograr empatía con sus personajes. Consigue que cada uno, con sus razones, sea comprendido por el espectador. Sujetos simples sin bondad ni maldad, o mezcladas, que transitan su vida intentando hacer lo mejor posible.
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