Crítica de Manchester by the Sea

Después de la muerte de su hermano mayor Joe, Lee Chandler se ve conmocionado al descubrir que él lo convirtió en el único tutor de su sobrino Patrick.

Al ritmo del «Adagio Per Archi E Organo in Sol Minore», de la orquesta filarmónica londinense, y de un conjunto de diferentes planos de la costa, Kenneth Lonergan introduce al espectador a una de las películas más duras que verá en su vida. Con unos Casey Affleck y Michelle Williams arrolladores, Manchester by the Sea llega a los Oscar con 6 nominaciones.

El disparador de la historia es la muerte del hermano mayor de Lee Chandler (Affleck). Al enterarse, el solitario, renegado y violento personaje no solo debe hacerse cargo de los trámites que esto conlleva, sino que debe ser el tutor de Patrick (Lucas Hedges), su sobrino de 16 años. Pero el «engaño» hacia el espectador de parte de Lonergan se produce a partir de esta malograda noticia. Cuando al protagonista parece que no le pueden suceder más cosas, uno toma conciencia de que las escenas más duras pertenecen a su pasado.

Un camino de la historia avanza mediante flashbacks que aparecen con la excusa de algún momento de quietud del personaje principal, ya sea dentro de un auto, en viajes o cuando algún objeto le trae recuerdos. El otro sendero recorre el presente de Lee, que encaja perfectamente con cada flashback y el relato se construye en base a la relación entre sobrino y tío. En el párrafo anterior se mencionó un «engaño» al espectador y eso tiene que ver con la falsa linealidad del relato. En el presente, al que se le dedican muchos más minutos, el protagonista zigzaguea en la situación de acomodar sus problemas. En cambio, las imágenes del pasado reflejan su costado más duro. El contraste funciona, choca y la sucesión de escenas hace parecer que Lee no puede ser más desafortunado, cuando en realidad le están llegando algunas buenas.

Seguramente más de uno se haya tentado en alguna situación dramática de su vida. Si no le ocurrió, Lonergan se encarga de generar este efecto esencialmente incómodo, pero muy fructífero para su historia. Mientras se desarrollan escenas sumamente dramáticas, de lo más terribles que puedan existir en una película, el director coloca simpáticos planos que, valga la redundancia, descolocan y hacen reír. Esto ocurre sobre todo en los primeros dos actos y es potenciado por un excelente uso de la música. La historia llega al desenlace con mucha fuerza y es allí cuando se desarrollan dos escenas perfectas en cuanto a narración, técnica e interpretación.

El complejísimo dúo protagónico, Affleck y Hedges, mantiene una actuación soberbia, al igual que Michelle Williams, a quien solo le bastan 15 minutos para ser nominada al Oscar con justicia. Lonergan es seco, sincero y simpático a la hora de trazar una película que refleja malogradas situaciones de la vida de un hombre común. Su película es simple y dura como el acero, aunque, contradictoriamente, atrapa las sensibilidades de los que la miramos.

 

 

 

 

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Nicolás Mancini

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