Victoria y Lilly desaparecieron en un bosque cercano a la zona donde vivían. Su tío Lucas y su novia Annabel las han buscado sin cesar durante cinco años. Cuando ocurre lo imposible y las niñas aparecen en una cabaña medio derruida, la pareja empieza a preguntarse si no ha llegado alguien más acompañándolas.
Una película que nace de un cortometraje generalmente lo hace condicionada. Con A y B como puntos fijos de partida y llegada, lo que ocurre en el camino suele percibirse como relleno, un inevitable letargo para una conclusión conocida. El de Mama es un caso particular que, por motivos de origen, no tropieza con este problema. Ocurre que, con un material fuente de breves 3 minutos en los que se suceden eventos no explicados, Andy Muschietti no se ve limitado de ninguna forma y utiliza su creación original como una inspiración para desarrollar una sólida propuesta de terror clásico, de aquellas que hoy tanto se necesitan.
Tras una potente secuencia inicial, lograda desde la locación que se utiliza hasta los eventos que en ella ocurren, el director argentino dispone los escasos recursos que utilizará para crear una pieza de horror única que es, sobre todo, honesta. En principio hay un fuerte componente físico, desde el andar contorsionado en la temprana aparición de las pequeñas protagonistas hasta la utilización de un actor –Javier Botet– para que ponga el cuerpo al fantasma del título que, de no tener el dato por parte de los involucrados, a primera vista parecería hecho con CGI. Los hermanos Muschietti son sinceros. Siendo la solución al misterio más sencilla de lo que uno esperaría, la apuesta es efectiva y su razón es clara: el horror es real. Pero lo es para un espectador que no solo ha visto más que los adultos no iniciados, sino que además lo ha hecho con ojos diferentes a los de las niñas, que se debaten entre la inocencia total o el contacto miope.
Bárbara y Andy, junto a un Guillermo Del Toro que en pocos años se convirtió en una de las mentes más frescas y brillantes de la industria, pergeñan una historia en la que lo sobrenatural es un elemento claro, pero que pierde espacio ante el poder de la sugestión. Menos es más y, donde la mayoría caería presa del efectismo puro, ellos dosifican las apariciones de su fantasmagórica figura, recluyéndola a armarios, sombras o al abismo debajo de cada cama -lugar por excelencia donde ubicar los más graves miedos infantiles-, así como también con un perfecto uso del fuera de campo.
Desde ya que el resultado sería diferente de no estar Jessica Chastain a bordo. Con una producción que data de fines del 2011, la película tiene su estreno poco más de un año después de su explosión y automática transformación en una de las mejores actrices del momento. Lejos de ser una scream queen, soporta la aterradora presencia de una entidad maligna, a la vez que lidia con la pesada carga dramática del asumir responsabilidades que no le corresponden de forma directa y terminar de madurar en una situación extrema. Todas sus facetas las hace carne y basta un simple gesto –una palmada en la frente que es tanto deseo de buenas noches como golpe contenido- para evidenciar su grandeza como intérprete.
Sobre el final, Mama pierde algo de su potencia. Mientras lo sobrenatural y lo explícito se apoderan de la acción –Muschietti incluso se hace lugar para incluir la secuencia central de su cortometraje-, lo sugerido pierde todo su terreno y la liviandad del interrogante queda totalmente expuesta. Cae en el lugar común porque lo necesita, con el costo en el camino de explicar aquello que funcionaba bien por carecer de respuesta. Aún así el film funciona perfectamente por tratarse de una de las apuestas más redondas que el presente del género tiene para ofrecer, incluso cuando acaba por olvidar que uno de los miedos más grandes es a lo desconocido.
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