Crítica de Magalí

Una enfermera jujeña que reside en Buenos Aires debe volver a su tierra natal, a causa del fallecimiento de su madre. Allí deberá reencontrarse con su hijo, con la inmensidad del paisaje norteño y con su enredado pasado.

Todo regreso es turbulento. Retornar al lugar de nacimiento luego de que la vida sufre modificaciones radicales, y más aún si el disparador es la muerte de un ser querido, produce un impacto ineludible. Este sentir es el que tiene que atravesar Magalí (Eva Bianco), una enfermera oriunda de Jujuy que trabaja en un hospital bonaerense, quien debe viajar a Susques debido al deceso de su madre. Esta situación no solo implica el cumplimiento de su responsabilidad como hija, que honra la memoria de su difunta progenitora, sino también la recomposición de su propio rol de madre en virtud del reencuentro con su hijo Félix (Cristian Nieva). Resulta muy interesante la forma en la que el director Juan Pablo Di Bitonto filma los primeros acercamientos entre Magalí y su hijo al exhibir al niño reticente a las muestras de afecto, y a la protagonista con una actitud titubeante y un profundo sentimiento de desorientación.

Del mismo modo, Di Bitonto logra exponer de forma precisa el lado más denso y estremecedor del retorno de Magalí, y no lo reduce a un mero conflicto intrafamiliar -pese a que por sí mismo encierre una gran potencia-. La contrariedad que experimenta la protagonista adquiere peso narrativo en el acto de volver a su pueblo. La ruptura con la ciudad, con ese espacio que se siente como propio luego del paso de los años y del acostumbramiento, pese a no ser un sitio en el que viva plenamente como podemos advertir en la precariedad de su ámbito de trabajo y en la opresión de su hogar, conlleva sin dudas un movimiento difícil. Un momento en el que se expresa de manera contundente este intrincado proceso es en el viaje en micro y luego en automóvil hacia la casa de su madre. La inmensidad y la apertura del paisaje, en vez de darle oxígeno, la agobia. El vacío y el silencio se condicen con el panorama interior.

Por otra parte, la carga simbólica se centra en la recuperación del nexo con lo trascendente. Más allá de los factores concretos positivos, como por ejemplo la solidaridad comunitaria, expresada en el gesto que tienen todos los vecinos y conocidos de brindar el pésame y acompañar a Magalí, y de las cuestiones negativas, como son los enfrentamientos con el Secretario (Gustavo Contreas), el núcleo problemático gira en torno al desarraigo de las prácticas tradicionales. El escepticismo de la protagonista confronta con el parecer de su hijo, quien no solo siente el deber de cerrar de manera ritual la relación con su abuela para glorificar su memoria, sino que además advierte que si este acto no se lleva a cabo algo grave puede ocurrir. Este pensamiento gana más fuerza a partir de una serie de apariciones de llamas muertas, luego de ser atacadas por un supuesto león o puma –animales que a la vez representan figuras de la mitología del norte argentino-. Lejos de desentonar, la inclusión de este elemento fantástico logra aumentar las contradicciones y los temores de Magalí y Felix.

Con su primer largometraje en el rol de director, Juan Pablo di Bitonto nos trae una historia minimalista y ensimismada que cuenta con un valioso trabajo con el imaginario y las prácticas ancestrales del norte de nuestro país. Al mismo tiempo, la manera en la que se retoman esos temas no es un documentalismo parco ni una incrustación forzosa en un relato burdo, sino una sólida construcción ficcional que condensa en la relación de madre e hijo una serie de perspectivas y posicionamientos en torno a lo simbólico. La tradición no funciona de manera fija sino móvil. No se transmite de forma hereditaria, ni tampoco la portan necesariamente los mayores de edad. Por otra parte, su raigambre no se encuentra en la sangre sino en el entorno y en la experiencia de habitarlo. Esas largas caminatas de Magalí y Felix dan cuenta de la ardua cotidianidad que sobrellevan, pero a la vez reafirman el contacto con su suelo natal. Dentro de ese territorio deben repensarse los vínculos con las madres. No solo se aborda el rol de Magalí como madre de Felix, o el lazo de la protagonista con la suya. Ambos tienen, antes que nada, que recomponer la conexión con su madre primera: la tierra, representada en la figura de la Pachamama.

 

 

 

 

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Tomás Cardín

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