Crítica de Lo que más quiero

Es la historia de dos duelos: uno amoroso, de inmediata repercusión y dilución más sencilla; otro más duro, de procesos más lentos y luctuosos. Lo que más quiero es también la historia de una amistad entre dos chicas, sostenida a la distancia y puesta a prueba en la convivencia.

Lo que más quiero abre con un plano de dos amigas sentadas una al lado de la otra. Delante de ellas las montañas, un paisaje hermoso que en este país solo puede dar el Sur. Toman mate, se cuentan algún chisme, dan paso al primer «duelo» que se menciona arriba. El personaje que interpreta María Villar se está tomando un tiempo de su novio de hace cuatro años y aprovecha esa semana con su amiga (Pilar Gamboa) para reflexionar. Esta apertura, que dura unos cuantos minutos, permite evidenciar dos cosas: primero la química de las protagonistas, una constante sobre la que se apoya la película. En segundo lugar, se tendrá conocimiento del recurso a los planos secuencia por Delfina Castagnino para contar su historia. Ambos aspectos están íntimamente ligados, las notables interpretaciones necesitan este uso de cámara para poder mostrarse como tales, a la vez que la lente necesita ese nivel de actuaciones para que su uso se justifique.

En un principio se podría pensar que el problema importante es el amoroso de la recién llegada, no obstante quedará comprobado que el conflicto de Pilar es el más grave, y el que va a mover gran parte del relato. Este es el generador de algunas de las escenas más logradas, entre ellas la más impactante, cuando en un mismo plano la joven debe comunicar a los empleados el futuro de la empresa. No creo que hubiese forma de hacer una escena mejor que esa, con una clase magistral de actuación de su protagonista, llegando a niveles de un intenso realismo.

Sin música o agregados de edición, Lo que más quiero sigue una tendencia de hacer cine bastante recurrente en las producciones nacionales. Si bien hay un buen trabajo en la dirección y un guión capaz de pasar de situaciones dramáticas a cómicas con facilidad, la razón por la que se destaca es por la dupla de actrices que la conducen. Hoy una de ellas goza de reconocimiento masivo por su participación en dos exitosas series de televisión, algo de demorada justicia en la industria nacional, que también tendría que recompensar a su compañera de fórmula y a Esteban Lamothe, quien ya demostró lo suyo protagonizando la gran El Estudiante.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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