Albertine y toda su familia se han reunido en la casa familiar para el cumpleaños de la abuela. Todos creen que el Skylab, la primera estación espacial norteamericana, caerá sobre sus cabezas. La reunión se convierte en un extravagante fin de semana lleno de recuerdos para atesorar toda la vida.
Verano del ’79 es una película de descubrimiento, de iniciación, con mucho sol y mucha luz, hecha de los recuerdos y sentimientos de una inspirada Julie Delpy. En su cuarta incursión como directora elige el camino de la nostalgia para contar una historia mínima pero entrañable, fácil de olvidar -hemos visto bastantes reuniones familiares en el cine como para que esta película pase desapercibida- pero que mientras trascurre su metraje, es imposible no sentirse identificado con algún que otro personaje de los tantos que pululan en pantalla.
Con su extravagante título original –Le Skylab, en alusión a la creciente amenaza del satélite estrellado- Delpy usa la metáfora del peligro inminente de la caída de dicho artefacto como contraste al estado de ebullición en el que se encuentra la gran familia de Albertine, esa curiosa niña de once años que resulta el lente por el cual observaremos el comportamiento de una reunión en la campiña francesa. Contada a modo de flashback en una cálida remembranza por parte de una Albertine adulta, la acción transcurre cuando el lado materno de la protagonista se reúne para el cumpleaños de la abuela. Cada núcleo familiar tiene una historia y un trasfondo social que contar, los padres de la protagonista son artistas teatrales que rozan lo hippie, mientras que otra rama tiene deslices fascistas que, obviamente, no tardarán en colisionar y hacer estragos, tal cual lo promete el anuncio del incipiente satélite en desgracia.
El principal problema del film de Delpy radica en las diversas situaciones dramáticas que pretenden crear oscuridad donde solo se permite que haya luz: cuando se limita a ser comedia, acierta, pero al momento en que aspira a más, fracasa. Las cicatrices de guerra de uno de los familiares o el intento de suicidio de otro visto por la mirada infantil no se equiparan correctamente con la bondad de la trama en su totalidad, y de haber seguido el mismo tono juguetón e inocuo de la comedia, otro hubiera sido el resultado. La actriz, guionista y directora se reserva el papel de la madre de la protagonista, en clara alusión a la inspiración maternal que tuvo para narrar la historia, y es convincente junto a Eric Elmosnino al formar esta pareja de padres new age que festejan cada logro de su hija, una luminosa Lou Alvarez.
A casi dos años de su estreno comercial en Francia, Verano del ’79 es una película amable y tierna -lo que no quiere decir que sea empalagosa y blanda-, bien interpretada por adultos y jóvenes, con habilidad para captar la tonalidad de una época, agradable de ver y de sentir. Un sensible recordatorio de una actriz a la que siempre es interesante volver a apreciar.
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