Crítica de Le Havre / El Puerto

La historia de Marcel Marx, un escritor retirado y bohemio, que se exilia voluntariamente en la ciudad portuaria de Le Havre y se convierte en lustrabotas, conmovió a la crítica cinematográfico de todo el mundo. El destino cruzará en su camino un niño refugiado del África y todo cambiará.

El prolífico director y guionista finlandés Aki Kaurismäki vuelve al ruedo en Le Havre con una historia minimalista llena de personajes entrañables y simpáticos, con un sentido del humor irónico y alegre que hace la película no pase desapercibida.

Le Havre es una ciudad que se adapta perfectamente a la temática social de la historia, el conflicto de la inmigración, con su tradicional puerto de la clase obrera y la mezcla única de culturas francesas con un clima muy inglés. Con su extraña mirada llena de toques de comedia entremezclados con drama, Kaurismäki va hilando un cuento de hadas urbano que retrata con solidez una temática un tanto peliaguda. A pesar del difícil tópico a contar, el director nunca pierde ese estilo dulzón y juguetón al retratar una zona portuaria de clase baja que aparenta ser gris y descolorida. Lo hace con tonalidades claras y agradables, no solo en la fotografía y en la escenografía, sino también en la candidez de los habitantes del lugar, ya sea la panadera, el almacenero, la dueña del bar o los borrachos habituales.

Dichos personajes que pueblan la zona del puerto encajan perfectamente en la trama con sus inquietas personalidades, rayanas en la obnubilación: André Wilms encarna con soltura al entrañable Marcel, un hombre que cualquiera se puede cruzar en la calle o tenerlo de vecino de enfrente; su esposa Arlette, un ángel vestido de mujer gana en expresión y dulzura gracias a la fantástica Kati Outinen y el joven Idrissa, el inmigrante ilegal, encuentra su perfecta personificación en un sensible Blondin Miguel. Cabe destacar también la apatía de Jean-Pierre Darroussin y su Inspector Monet, un personaje que por sus propios lineamientos no debería causar gracia pero Kaurismäki hace de él una marioneta andante.

Le Havre es una película graciosa y alegre, que demuestra que todavía se puede tener esperanza en el prójimo y la raza humana toda. Puede ser muy poco realista en el sentido de mostrar la bondad de la gente, pero cualquier pelicula que tenga ese punto de vista como eje central es digna del reconocimiento.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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