Crítica de Las Locuras de Robinson Crusoe

Después de una tormenta violenta, Martes y sus amigos se despiertan para encontrar una extraña criatura en la playa: Robinson Crusoe.

Robinson Crusoe tiene una nueva adaptación. Animada y con tantas licencias que lo único que permanece del libro es el nombre del personaje. Esta co-producción belga-francesa de animación por computadora se orienta plenamente a los más pequeños, esta nueva generación que en medio de la contemporánea globalización apabullada por las pantallas y los medios, se encuentra con un clásico relato de aventuras.

Aquí, un joven Crusoe cartógrafo y debutante en hacerse a la mar, naufraga en compañía de su perro. Para que los chicos disfruten un relato así, no puede faltar ese simpático y heterogéneo grupo familiar de animales que habitan la isla y que son realmente los protagonistas de la película. En este escéptico grupo, que se ve amenazado por la llegada del humano, no puede faltar aquel curioso miembro perceptivo de que el mundo no es solo una isla, y ve en Crusoe la prueba perfecta para confirmar sus teorías. Por supuesto que de esto no puede faltar el nacimiento de una amistad especial.

Aún así estos personajes logran en escasos momentos provocar la simpatía del espectador. Podría ser su humor exagerado, trillado e infantil o, lo más probable, que los niños de estos pagos temporales superan este tipo de entretenimiento, con lo cual dejan dirigido el relato a un espectador en sus primeros años que se impresiona más por los personajes que por los chistes en sí.

En ocasiones, encontramos planos subjetivos en estos personajes que darían la impresión de que con sus diálogos le hablan al espectador y no al par que tiene enfrente. Con este recurso en que los animales dan indicaciones, parecería que se esta frente a un capítulo de Dora la exploradora. No obstante, así como el recurso resulta ridículo por una parte, por otra se convierte en la excusa perfecta para que Martes, el guacamayo adoptado por Crusoe, narre la historia de cómo el humano llegó a la isla y superó distintos tipos de adversidades, convirtiendo a la película en un agradable relato enmarcado.

Para producciones infantiles, qué mejor que la animación para dar vida a situaciones fantásticas e imposibles. El enorme avance tecnológico en la generación de imágenes por computadora pone en evidencia la falta de innovación y el grado obsoleto en que queda la película en relación a las grandes productoras norteamericanas, exceptuando un distintivo trabajo en las sombras y luces.

Pareciera que los films infantiles pasaron de moda debido a que los niños conocen cosas a una determinada edad que antes era impensable. Las locuras de Robinson Crusoe es quizás más importante por demostrar que una historia clásica, puede igualmente llevar a los más jóvenes a dar vueltas por mundos que no conocen todavía.

 

 

 

 

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Matías Carballa

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