Alan, Dante y Pedro son tres amigos inseparables. Un día, uno de ellos termina una larga relación con su novia y los otros dos deciden levantarle el ánimo con una fiesta. Esta será un éxito salvo por un detalle. La casa había sido prestada por un hombre muy peligroso al que, en medio del desenfreno, le roban un cuadro importante.
A partir de una idea de los productores de Buffalo Films (Resurrección, Gato negro, Socios por accidente, El abrazo de la serpiente), Nicolás Silbert y Leandro Mark capitanean La Última Fiesta. A diferencia de Caídos del mapa -que es una comedia juvenil ATP-, lo erótico, escatológico y el humor negro se apoderan del segundo film de esta dupla, que logra acoplarse a los buenos directores y títulos que hacen quedar bien a la comedia argentina actual.
Alan (Nicolás Vázquez), Dante (Alan Sabbagh) y Pedro (Benjamín Amadeo) son tres amigos inseparables. Luego de que Dante se peleara con su novia, Alan, un «especialista» en reunir gente con ánimos de festejo, le organiza una fiesta en una casa prestada. Lo que nadie sabe, salvo el anfitrión, es que ese lugar es propiedad de una persona muy peligrosa.
El título retrotrae a un clásico como La fiesta inolvidable, de Blake Edwards, o a «party films» más recientes como Take Me Home Tonight o Project X. Lo cierto es que La Última Fiesta de fiesta solo tiene una parte. La celebración es el disparador de una serie de situaciones arriesgadas y pesadas que vivirán los tres amigos luego de despertarse. A diferencia de The Hangover, esta muestra los excesos que desencadenan los problemas posteriores de los protagonistas, que sí se asemejan a Stu, Alan y Phil. La mezcla entre comedia y aventuras es propia del film de Todd Phillips. Silbert y Mark eligen mostrar gradualmente, a medida que los personajes zafan de sus complicaciones, aquello oculto en ¿Qué pasó ayer?
Uno de los aciertos, si no el máximo, es la selección del numeroso reparto secundario. Aquellos que rodean a Vázquez, Sabbagh y Amadeo son actores -la mayoría comediantes- que atraviesan un buen momento y tienen en su «nicho» una abultada cantidad de seguidores. Eva de Dominici acumula proyectos y su trabajo puede verse en múltiples pantallas; Julián Kartún y Julián Lucero triunfaron en la serie web Cualca!; Ezequiel Campa en el stand-up e Instagram y Sebastián Presta fue elegido comediante del año en los últimos premios Martín Fierro por su labor en los sketchs de Prestico. Al igual que los actores de mayor experiencia, como Roberto Carnaghi, Graciela Pal y César Bordón, cada uno cuenta con un papel en el que puede lucirse. Ninguno se queda sin texto, todos despliegan su talento y acrecientan la labor del efectivo trío protagónico.
La Última Fiesta tiene escenas muy logradas, efectivas a causa de la buena labor de los intérpretes y del desfasaje de los directores. Cuando el film no supera ese límite, relacionado con el humor negro, lo escatológico y el gag, lo cómico resulta monótono. Si bien no aburre nunca porque el exacerbado ritmo de la trama y los buenos personajes lo impiden, esas escenas efectivas, de risa espontánea, a veces tardan en llegar. La fiesta está bien representada y la fotografía y la escenografía ayudan a quitarle entidad a una época, aspecto que remarca Silbert como intencional.
Una comedia «zarpada» le viene bien al buen momento que atraviesa el género en Argentina. Fabián Forte, Nicanor Loreti, Damián Szifrón, Ariel Winograd y Hernán Guerschuny son algunos de los directores representantes de esta pata del cine argentino que hoy en día está en alza. A comedias románticas, como Una noche de amor o Permitidos, y de terror, como El muerto cuenta su historia, se le suma una comedia desfachatada de aventuras. Siguiendo la misma línea se encuentra Voley, un film destinado al público joven y consumidor del género en todas las plataformas habidas y por haber. Lentamente comienza a aparecer en el cine nacional material equivalente a la comedia americana de Ben Stiller, Todd Phillips y Seth Rogen, y eso está bueno.
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