Crítica de La muerte de un perro

Una pareja educada y civilizada, víctima de hechos fortuitos, cae presa del miedo y el salvajismo en el primer largometraje del uruguayo Matias Ganz.

La historia sigue a Mario (Guillermo Arengo) y Silvia (Pelusa Vidal), un matrimonio mayor que disfruta de una vida tranquila en Montevideo. Él posee una clínica veterinaria y su esposa, ya jubilada, tiene demasiado tiempo libre. Ante esta apacible rutina de sus vidas, dos eventos cambiarán su mundo. Mario realiza una cirugía que, como el título indica, sale mal. Por su lado, Silvia parece obsesionada por la inseguridad reinante que afecta desde hace un tiempo los barrios residenciales y, al poco tiempo, su casa es desmantelada por ladrones cuando ellos se encontraban visitando a su hija. Esto sumerge a ambos en un espiral de inseguridad y paranoia al que arrastrarán también a su familia.

Algunas veces hay un quiebre en la vida cotidiana, y eso te lleva a un vacío. Ahí uno lo empieza a resolver con la lógica o el sentido común, o terminas llenándolo con lo que tengas a mano en ese momento. Matias Ganz elige ver esta última opción en la historia de una pareja que lo único que tiene a disposición es el factor miedo. Al ser director y guionista, coloca una serie de sucesos en el camino de dos personas racionales para tantear el límite que las lleve a ejecutar actos violentos y absurdos, con un nivel de incompetencia que consigue engatusar al espectador. Un círculo vicioso donde se termina causando justamente lo que se quería evitar.

La muerte de un perro es una coproducción entre Uruguay, Argentina y Francia, que cuenta también con la participación de Ana Katz (Una Novia Errante) y Soledad Gilmet (La Cáscara). La musicalización corre a cargo de Sofía Scheps, quien realiza una notable imposición de tono pesado, casi torpe, acompañando así el incongruente accionar de los protagonistas. El nerviosismo del personaje de Arengo y la paranoia e impasibilidad del de Vidal muestran una excelente comunicación entre los actores y la dirección, para saber transmitir una idea precisa y al mismo tiempo compleja sobre la sociedad y su tolerancia al cambio.

La obra representa una sátira social sobre el estilo de vida burgués. Clasista y racial, pero enmarcada en la comedia, el drama y el thriller. Con interpretaciones actorales ejemplares en las que queda a criterio nuestro qué pesa más sobre los protagonistas: si la culpa o la necesidad de escapar de la situación. Un relato grotesco, producto de la desesperación, que no juzga sino que llama al debate sobre cuán cerca podemos estar nosotros de realizar algo similar. Una película lenta, sobria y concisa pero con un desenlace arriesgado que hace que valga la pena llegar hasta el final.

 

 

 

 

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Alejandro Mastronardi

De Bernal pero con el corazón en San Telmo. Comics, Cine y mucho humor negro. No me canso de ver Volver al Futuro, Waiting y Lego Batman. TWITTER: @chochaconchocha

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