Crítica de The Legend of Hercules

Desesperada por liberar a su pueblo del reino de su vengativo marido y consolidar la paz en su tierra, la reina Alcmena pide consejo a los dioses. Zeus, el Dios de la Guerra, le concede un hijo, Hércules.

Si uno ve el trailer de La Leyenda de Hércules -cosa que quien les escribe no lo hizo- ya sabe con qué se va a encontrar si elige entrar a la sala. La cuestión es la siguiente: cuando las expectativas son tan bajas, ¿qué queda esperar de un film que parecería ser que se hizo con el sólo propósito de lavar dinero? No confiaba mucho en la nueva aventura histórica de Renny Harlin, solo lo suficiente. Después de todo, el finlandés ha entregado disfrutables películas en los \’90 como la secuela Duro de Matar 2, Cliffhanger con Sly Stallone y otras. El resultado fue aún peor de lo que me imaginaba…

Tengo que imaginar que Harlin está impedido mentalmente o que le secuestraron a la familia hasta que no terminase este mamotreto que se hace llamar película, porque no se explica de otra manera que un director caiga tan bajo para ponerle la firma a un producto tan insípido como insalvable. Una rápida visita me dice que los costes de producción fueron de $70 millones de dólares y lo que vi en pantalla me dice lo contrario. Fue una bendición de los dioses no haberla visto en un lamentable 3D -ciertas escenas delatan el pobre uso de la tecnología que ya grita basta a viva voz- pero el 2D digital no deja lugar para las medias verdades: la calidad del film apesta y no vale ese coste anunciado. Digna heredera de los sábados de superacción de cualquier canal de aire, La Leyenda de Hércules podría inaugurar la categoría de «quemadora de retinas», por la cantidad de atrocidades cometidas en sus agonizantes 99 minutos de duración.

Desde un Hércules con bronceado en spray carente de emoción pero con el cuerpo envidiable -solo el cuerpo- de Kellan Lutz hasta el tufo maloliente del guión de Sean Hood -vamos, que tiene en su currículum asquerosidades como Halloween: Resurrection y Conan, el Bárbaro– todo en pantalla da vergüenza ajena. La trama es tan tópica que uno se puede dormir quince minutos en la sala, despertar y no haberse perdido de nada. A sabiendas de que con los costes de producción tranquilamente se podría tornar la trama hacia un costado más autoparódico para salvarse a si misma, es tan solemne que se termina perjudicando.

Imagino que podría seguir enumerando los increíbles errores y desafortunadas elecciones de esta producción que no se gana siquiera el calificativo de fallida. No es gracioso seguirle pegando a un caballo que está muerto desde el pistoletazo de largada, pero es necesario, para que estos engendros no vuelvan a producirse nunca. Quizás con The Rock y su próxima Hercules: The Thracian Wars nos podremos quitar finalmente el mal gusto de boca que ha dejado esta miserable reimaginación del héroe de la mitología. Están avisados.

 

 

 

 

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Lucas Rodríguez

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