Crítica de Kung Fu Panda 3

Cuando el padre de Po reaparecere, el dúo debe viajar a un paraíso secreto para conocer a un grupo de nuevos personajes panda. Pero cuando el villano Kai empieza a recorrer todo China derrotando a todos los maestros del kung fu, Po debe enseñarle a una villa entera a convertirse en la banda suprema de kung fu pandas.

Un temible villano hace su presentación con un acto que demuestra su poder. Po y los Furiosos 5 aparecen en acción, en lo que pareciera ser un intenso combate que resulta en un paso de comedia. El panda encuentra a Shifu en plena práctica de una legendaria técnica de kung fu, que requiere un dominio especial y que eventualmente será utilizada para derrotar al enemigo de turno. Eso es Kung Fu Panda 2 y, como si estuviera hecha con los restos del mismo molde, también lo es su continuación. La del Guerrero Dragón es una franquicia hecha en base a una fórmula que funcionó en dos oportunidades previas y que lo vuelve a hacer en el cierre de trilogía, que ya no tiene sorpresas pero que no por eso deja de ser efectiva.

La saga ha estado marcada por una clara mezcla entre el humor y la acción, dosificados en justa medida a lo largo de una narrativa bien focalizada en un núcleo argumental que no acepta desvíos ni demoras. Conocer al antagonista, entrenarse para derrotarlo, el enfrentamiento final. El buen equilibrio entre risa y batalla no permite que el interés decaiga y si a esto se suma el espectáculo visual que se ofrece en cada secuencia y el homenaje al cine de artes marciales de cada fotograma, el paquete es uno destinado al éxito seguro. Esta, además, aborda algunos temas algo más complejos para los niños, como el protagonista con dos padres, el reino de los espíritus y el lidiar con la presión por lo que se espera de uno.

Pero lo cierto es que Kung Fu Panda 3 puede ser perfectamente confundida con la segunda. Por fuera de la acción o el villano intercambiable, en el terreno sentimental vuelve a concentrarse en la búsqueda de identidad de su protagonista. Si en la anterior el foco estaba puesto en la pérdida de su madre y las raíces, ahora se pone en su recuperación tras el reencuentro con el padre biológico, algo que ya se anticipaba en el cierre de la otra. En esta oportunidad está la cuestión del «chi» y la conversión de Po en un maestro de las artes marciales, capaz de enseñar kung fu a todos los de su especie, algo que en la otra estaba bien representado por la búsqueda de la paz interior.

DreamWorks volvió a confiar en el talento de los que se hicieron cargo de la secuela para desarrollar la tercera. Jennifer Yuh Nelson volvió como directora, acompañada de Alessandro Carloni, mientras que otra vez dejó el guión en Jonathan Aibel y Glenn Berger, los escritores de las dos anteriores. Y quizás hubiera hecho falta otra mano, una cabeza más fresca, como para aportar ideas diferentes que rompieran con la uniformidad que caracteriza a las últimas dos –después de todo, el estudio consiguió en Madagascar 3: Europe\’s Most Wanted la mejor de la franquicia, con la incorporación de Noah Baumbach a la sala de escritores-.

Más allá de transitar por senderos demasiado familiares, el viaje de Po concluye con una nota agradable. Funciona en todo aquello en lo que debe, sostenida en una enorme cantidad de talento en materia de voces, con Bryan Cranston y J.K. Simmons como los incorporados a un elenco que ya contaba con Jack Black, Angelina Jolie, Jackie Chan, Dustin Hoffman, Seth Rogen y más. Con casi un lustro entre esta y la segunda, es un poco decepcionante que se haya optado por un camino de manual, antes que dar rienda suelta a la magia que se puede conseguir en materia de animación. Pero no por ello deja de ser un final apropiado para una de las franquicias más constantes de DreamWorks.

 

 

 

 

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Migue Fernández

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