Brian Reader decide liderar un asalto sin precedentes en una compañía londinense de joyas. Para ello, reúne a un equipo, casi todos entre sus 60 y 70 años, que usarán sus habilidades para planificar el robo y ejecutarlo.
Con semejante elenco de consagrados al frente (Michael Caine, Jim Broadbent, Ray Winstone, Michael Gambon y el joven Charlie Cox) uno podría pensar que King of Thieves resultaría en un estimulante atraco fácil de digerir, con menos espectacularidad que la saga de Danny Ocean y compañía pero en la misma línea. Pero lo difícil del film de James Marsh (The Theory of Everything, ganador del Oscar por el documental Man on Wire) es el tono narrativo, que parece generar empatía con estos ladrones de la tercera edad pero pierde el fuelle y se torna agridulce a medida que la trama, basada en una historia real, se oscurece.
Este subgénero de thriller criminal goza de una buena aceptación en el público si tenemos en cuenta antecedentes como la comedia Going in Style, también protagonizada por Caine acompañado de Morgan Freeman y Alan Arkin, o la próxima The Old Man & the Gun con Robert Redford en su último papel en el cine, pero hay que hacer trabajo fino antes. Méritos no le faltan a Marsh para salir adelante con la adaptación de uno de los robos más reconocidos en la historia londinense, pero lo que le falta es consistencia. En menos de lo que canta un gallo el grupo de ancianos ladrones retirados se reúne para un último golpe de gracia y, sin saber mucho de ellos, el espectador se ve metido de lleno en la acción.
Caine es el único con un rol protagónico desarrollado y con una historia por detrás, quien tras una pérdida familiar muy cercana pone en marcha el plan junto a su joven socio. La actividad criminal se desarrolla casi inmediatamente, sin mucha fanfarria, y con un toque de picardía de parte de la música de Benjamin Wallfisch. Pero hay momentos que causan un poco de vergüenza ajena en todo el procedimiento. ¡El grupo de ladrones está oxidado! ¡El vigía está prácticamente sordo! ¡A uno le cuesta pasar por el diminuto hoyo en la pared por sus suculentas dimensiones! Comedia para toda la familia, vamos. Son momentos embarazosos pero adecuados dentro de la propuesta al fin y al cabo. Pero luego de salirse con la suya, es cuando la película pega un volantazo hacia aguas más oscuras.
La segunda parte de King of Thieves se vuelve amarga y áspera, con el grupo volviéndose los unos contra los otros por la avaricia del golpe recién perpetrado. Estos señores que causaron gracia momentos atrás se vuelven viles, irreconocibles. Nunca mejor visto que en el papel que encarna Broadbent, siempre recordado por su afabilidad bonachona, acá convertido en un ser oscuro y malvado muy bien interpretado, eso sí, pero asquerosamente oportunista. Si a eso le sumamos un desperdicio de talento con un Gambon desaprovechado que hace lo que puede con un pequeño papel, y un glorioso Caine que parece estar en piloto automático, no nos queda más que ver el desenlace de esta historia que no tiene muchas más sorpresas en el tintero.
King of Thieves malogra un genial elenco al no saber qué tono seguir, ni tampoco qué agregar para diferenciarse del resto de sus compañeras de género. No aporta demasiado, sus valores de producción son tan altos como un telefilm (se deben haber gastado todo su presupuesto en el elenco) y la investigación policíaca da risa. Lo que no divierte es que proyectos así sean el ocaso de grandes carreras filmográficas para varios de los involucrados. Una lástima que no sea más que una película de domingo glorificada en su paso por las salas de cine.
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