Crítica de Kidnapping Stella / El secuestro de Stella

Dos criminales organizan el secuestro de la hija de un millonario. Ella no claudicará en la lucha por su liberación.

Tenemos una nueva película alemana distribuida por Netflix. Coproducida por Henning Ferber FilmProduktions y Seven Pictures, se trata de la segunda remake de The Disappearance of Alice Creed (2009), el film de J Blakeson -la primera fue Bloedlink (2014), de Joram Lürsen-. La trama se concentra en tres personajes. Por un lado tenemos a los secuestradores y ex-convictos Tom (Max von der Groeben) y Vic (Clemens Shick). El rol de la víctima lo ocupa el personaje de Stella Mertens (Jella Haase), hija de un importante hombre de negocios. A pesar de que ya desde la premisa nos adentramos en un thriller o policial, lo más destacable de la película no se halla en su ingenio para plantear la intriga o en las formas que encuentra Stella de resolver los distintos obstáculos que se le presenten -lo que podríamos suponer a partir del género en el que se enmarca-. Son ciertos rasgos formales en puntual como el uso de las locaciones, el manejo de la temporalidad, la utilización del sonido y la disposición de los objetos, los que sobresalen.

Los primeros planos nos advierten del profesionalismo de los criminales y la meticulosidad de su plan. La forma en la que trabajan con los materiales necesarios para realizar el rapto, y el modo en que acondicionan la habitación donde retienen a Stella nos deja en claro que no son principiantes. Ese espacio cerrado también cumple la función de atascar emocionalmente a los tres personajes. Sumado a esta decisión, el director Thomas Sieben acierta en no excederse con los diálogos y en apoyarse en el inquietante soundtrack compuesto por Michael Kamm. De esta manera consigue aumentar aún más la tensión de la situación.

Sin embargo, la película como un todo se siente como el capítulo de una serie de las tantas prescindibles de la plataforma de streaming. Los riesgos que se toman no son suficientes, y en algunos casos concluyen de forma absurda o predecible. A pesar de que el primero de los varios giros de la trama plantea una tesitura pasional interesante, que vincula directamente a uno de los secuestradores con Stella, esto no logra aportarle matices a los personajes. El rol de mando de Vic y su postura calculadora nunca se ven amenazados, Tom no deja de avanzar casilleros en lo que a torpeza y temores refiere, y a Stella solo le queda permanecer al acecho de los errores que este último pueda cometer.

Respecto al guion, en términos generales podemos decir que presenta algunas ideas rescatables en términos conceptuales. La primera de ellas es la forma en que se constituyen y varían las relaciones entre los tres protagonistas dependiendo de quién posea determinada información. También es redimible el trabajo con la idea del dolor. Más allá del daño físico, tiene un peso mayor lo psicológico, tanto para Stella al ser secuestrada y ultrajada, como para Tom, quien siente la presión y el riesgo que implica el crimen todo el tiempo. Por otro lado, una de las premisas del film, que puede ser resumida en que: «no importa cuánto estés preparado, puede ocurrir algo inesperado», logra justificarse, aunque quizás no de forma certera.

Kidnapping Stella presenta una premisa atrapante, pero esta se desarrolla de forma poco satisfactoria. La búsqueda de la síntesis, el arriesgarse a tratar un tópico sensible, y la construcción correcta de la sensación de asfixia a partir del uso de los espacios reducidos, entran en la categoría de lo valorable en esta obra. Ahora bien, ninguno de estos aspectos alcanza para sostener el suspenso, la percepción del riesgo o para resolver de forma sorprendente los problemas que se plantean. El tono truculento de la trama no encuentra variaciones y se vuelve sofocante. Quizás se deba, en definitiva, a lo llano y desabrido que resultan tanto los personajes como la historia.

 

 

 

 

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Tomás Cardín

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