Crítica de Justice League

Impulsado por su fe restaurada en la humanidad e inspirado por el acto desinteresado de Superman, Bruce Wayne recluta la ayuda de su aliada recientemente encontrada, Diana Prince, para enfrentar a un enemigo incluso más grande.

Diez años tuvieron que pasar desde el intento fallido que supuso Justice League Mortal -la película que iba a marcar la primera adaptación para la pantalla grande de la Liga de la Justicia, a manos de George Miller– hasta Justice League, el film de Zack Snyder que al fin presenta al team up de héroes de DC Cómics. Esta reseña no va a detenerse en el circo mediático que acompañó a la película, sino que es acerca de ella.

Después de un brutal inicio que recuerda a la serie animada de Batman, y como suele suceder en la filmografía del realizador, Justice League arremete con una secuencia de títulos maravillosa –sintéticamente sobria y emotiva, musicalizada con la hermosa «Everybody Knows» de Sigrid– que nos retrata cómo es el mundo sin el Hombre de Acero post Batman v Superman: Dawn of Justice. Casi como tesis central, la película gira en torno a su ausencia como motor. La red que conecta a nuestros héroes se va tejiendo a partir de este eje poderoso; la invasión es inminente y no hay forma de defenderlo sin unidad.

El guión de Chis Terrio junto a Joss Whedon –con crédito por encargarse de algunas tomas adicionales– es simple y convencional. No se escarba en subtramas infinitas que no llevan a ningún lado, ya que no quiere ser algo que no puede ser, pero sí hay algunos momentos de diálogos bobos e intrascendentes. Es en la singularidad de la presentación de los personajes donde, por momentos, el montaje se siente algo áspero. Con la película sucede lo mismo. Una vez que el equipo actúa como tal por vez primera, crece y se revela su gran acierto con contundencia: la Liga como equipo. Cada escena en la que están juntos es digna de celebrar. Sorprende que siendo varios héroes, todos tengan el tiempo en pantalla que se merecen. No es simple el logro, especialmente si hablamos de películas de superhéroes y super-equipos.

Ben Affleck brilla como Batman y revalida el titulo de mejor Caballero Oscuro en el terreno live-action; sale de las sombras profundas y se expone triunfal a la luz cuando tiene que hacerlo. Gal Gadot encandila cada vez que aparece, en una versión más madura y curtida de la princesa amazona; su liderazgo emocional para con el resto del equipo se complementa con la robustez física y psicológica de Bruce. Incluso funciona su madrinazgo para con Cyborg. El personaje de Ray Fisher carga con el peso de ser la versión más conflictuada de estos héroes, pero termina desempeñándose mejor de lo que uno creería.

Si de encarnaciones esperadas hablamos, hay que referirse a The Flash y Aquaman. El Rey de los Siete Mares de Jason Momoa es la estrella de rock que se prometía. Irreverente y punk, pone al personaje en el lugar que le corresponde y lo reviste de la épica que se merece. En cuanto a Ezra Miller, es el plato principal del menú. No solo se encarga de ser el comic-relief, sino que hace valer el nombre de Barry Allen como alter ego. Si alguien tenía dudas con su versión del Velocista Escarlata, va a tener que guardárselas en el bolsillo. Jeremy Irons (Alfred) y J.K. Simmons (Jim Gordon) sobresalen con creces del resto como secundarios, mientras que la Lois Lane de Amy Adams es un punto débil, sin lograr tener desarrollo en su propio arco. Mera (Amber Heard) y Martha Kent (Diane Lane) funcionan más como cameos que como personajes en sí.

Si hablamos de falencias, primero se tiene que hacer referencia al villano. El desarrollo de Steppenwolf (Ciarán Hinds) es extremadamente genérico y es una mala decisión que sea un personaje digital en forma íntegra. Se ve feo en los planos abiertos, pero sale airoso en los cerrados. Hay otras escenas en las que el CGI molesta y ciertos detalles -que quizás implican un ojo perspicaz con un personaje en particular- que podrían haberse trabajado mejor. Sin embargo el tercer acto es visualmente bello: cielos rojos dignos de DC, con influencias de Jack Kirby y el Cuarto Mundo por todos lados.

La música de Danny Elfman rescata el «Batman Theme» del ’89 y coquetea con lo que hizo John Williams para «Superman». Hay un buen leitmotiv para la Liga, pero algo se extraña del Hans Zimmer de Man of Steel. La fotografía de Fabian Wagner (Game of Thrones) hermana muy bien con la puesta en escena de Snyder, que ofrece set pieces espectaculares. Cabe avisar que hay dos escenas post-créditos que valen enormemente la pena, sobre todo la segunda.

Con Justice League, DC se mueve en la dirección correcta. Terrio y Whedon beben de los viejos capítulos de Justice League Unlimited y de cómics como Origins para hacernos sonreír durante dos horas en una sala de cine. Snyder introduce el equilibrio y deja a un lado la deconstrucción de los héroes y sus sombras para iluminarlos; se aleja de lo barroco de Batman v Superman y transforma a los dioses en héroes, bajándolos a la tierra. Dijeron que los héroes no iban a volver… Bueno, ya están entre nosotros.

 

 

 

 

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Hernán Fretes

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